Casi había olvidado la noche de Bissau. Y no hablo de la noche fiestera, sino del caer del día, que ocupa desde las siete de la tarde hasta casi medianoche. Tiene un encanto especial, que me recuerda por qué aún me fascina el país. En una tierra donde se carece de todo: electricidad, agua, comodidades… la gente busca el medio de estar al día e informado. Una opción es la radio, que en estos lares hace furor; por la calle se ven cientos de personas con una radio a pilas pegada a la oreja. Entonces entiendes el valor de las ondas, que dan la vida a un pueblo que no puede pagar otro medio de comunicación. Pero verdaderamente llamativo es cómo suplen la carencia de televisión. Y ahí es donde se unen la noche y la información.
Cuando cae la noche, las tascas y tiendecitas que tienen electricidad se iluminan con luces tenues; las tiendas con luces blancas, los bares con azules, verdes y rosas. Al fondo de algunas de estas instalaciones, que pueden ser desde chabolas a contenedores rehabilitados con terraza, se ve parpadear una luz ante la que se agolpa la gente: son las televisiones. Aquí, como todas las cosas, la información tiene un precio, y ver la televisión cuesta dinero. Concretamente, desde 50 francos cefas, lo que equivale a unos siete céntimos de euro con cincuenta. La gente paga sus francos y, a veces portando su propio mini taburete, se sienta delante de la caja que aquí llamamos “tonta” para recibir información y ver el mundo desde la ventana parpadeante del televisor.
En un país sin cines, ni posibilidad de tener otros recursos, una tele y, a veces, un vídeo o DVD convierten un cuarto en una improvisada sala de proyecciones donde se ven películas o sesiones de televisión. Ganan en interés los partidos de fútbol y las telenovelas, aunque también los informativos.
Es verdaderamente curioso ver a la población sentada en montoncitos, sus cabezas iluminadas por la luz suave que proyecta el aparato, con un silencio casi reverente, como islas en el frenesí de compra-venta que puebla la noche de Bissau. Con un espacio para ver y soñar, pero también para saber. Por eso, además de las telenovelas, la televisión africana en lengua portuguesa está llena de informativos y documentales. Como en España hace años, cuando la telebasura no nos había invadido. Ah, y algún concurso millonario. Eso sí hace furor.