jueves, 1 de marzo de 2012

Zumos

Mi primera incursión en la cocina típica guineense están siendo los zumos. Aunque pueda pensar que lo he visto todo en cuestión de néctares, la verdad es que hasta en eso África es sorprendente. Una está acostumbrada a hacer jugos con todas las frutas que se venden en el mercado, pero aquí los más exitosos no provienen de frutas, aunque sí de árboles.

El caso es que vi muchas veces mujeres vendiendo en bolsas de plástico transparentes y alargadas trozos de cosas que parecían ser tizas, unas de color crema y otras amarillas, y titos rojos también con apariencia polvorienta. Ésos son los ingredientes de los “sumos”  tradicionales en este país. Son semillas de diferentes árboles (baobab, acacia, tamarindo negro…), unas más grandes y otras más pequeñas, que tienen en común el hecho de ser harinosas.
El procedimiento de elaboración es bien distinto al que conocemos: las semillas se ponen en remojo (como soy blanca frágil en agua de botella) con diferente cantidad de agua según el fruto y se dejan reposar por espacio de quince minutos, más o menos; luego con las manos se frotan dichas semillas hasta que la capa polvorienta que las recubre se disuelve en el agua y le da cuerpo y sabor (color también: avainillado, blancuzco, bermellón…), ha de quedar siempre espesito. Se deja enfriar y se toma solo o con azúcar, miel u otras frutas (frutas, ahora sí). El proceso es similar al de la obtención del zumo de maracuyá o fruta de la pasión. Primera vez en mi vida que consigo semejantes bebidas disolviendo y no exprimiendo.

De los que he tomado hasta ahora, el mejor es el de veludo, es decir, tamarindo negro, agridulce y muy sabroso siempre que venzas el reparo inicial a tomar algo de apariencia sanguinolenta. El más saludable parece ser el de foroba (acacia), sabe demasiado a harina pero dicen que es muy eficaz contra la malaria. El más curioso quizá el del baobab o kabasera, que recuerda mucho al zumo de limón. Luego, con esos extractos se pueden hacer dulces, pasteles…

Quedan por probar más, algunos procedentes de hojas. De momento hay que habituarse a los que ya sé hacer, sobre todo porque la fruta no se estropea (son semillas secas) y es más económico. Y, porque si aquí lo toman, por algo será. Donde fueres…

Próximo experimento: las malaguetas. Picantitasss

martes, 28 de febrero de 2012

Miss Guinea-Bissau

Una noticia asombrosa nos epató hace unos días: después de seis años, se ha abierto el plazo para presentarse al concurso de Miss Guinea-Bissau. Es curioso. Ni siquiera sabíamos que no había sido convocado otros años. Lo más sorprendente son los requisitos de participación. Obviamente, uno es la edad (creo que entre quince y veinticinco años), pero el que más nos chocó fue el de los estudios.

Introduzco: en España y otros países “desarrollados” (o que piensan que están en ello) los concursos de Miss se han convertido en un, digámoslo así, desprestigio. Parece que las mujeres que participan en ellos no tienen mucho cerebro y hablan siempre de la solidaridad y la paz mundial como se habla del maquillaje: soy guapa y solidaria. Y digo parece, no quiero juzgarlos.
Sin embargo, en países como Guinea Bissau este evento es un recurso más para fomentar la cultura y la independencia de la mujer. Me explico: no pueden participar jóvenes que no posean estudios hasta el noveno año de liceo, nuestro tercero de ESO. De esta manera, la belleza se convierte en un reclamo para acceder a la cultura y salir del analfabetismo. Y de la miseria si resultas elegida, al menos por un tiempo.

Curioso que el desarrollo desvirtúe tanto algo -o al revés-­, y que la misma competición pueda tener una cara y una cruz según la renta per cápita y el hambre de los países en que se convoca.