El viaje me llevó hasta Lisboa en vuelo de ida y vuelta. He de decir que me encanta Lisboa. El retorno me ha permitido pasar unas horas en la capital lusa, y me siguen emocionando sus callejuelas. El ambiente suave y marítimo invita al paseo, hasta con la lluvia de fondo. La temperatura, quince grados a las seis o siete de la tarde, anima a echarse a la calle, y se ven terrazas salpicadas de comensales y paseantes que descansan o fuman un cigarro.
La crisis también ha hecho mella en este país, y la bonita plaza de Rossio, que en mi primer viaje, en estas mismas fechas allá por 2010, estaba preciosa con sus adornos navideños y una pista de nieve artificial, tenía una decoración más que discreta.
Plaza del Rossio. Mundo-geo.es |
Por lo demás, el paseo dio una tregua al estrés de estos días y me prometí volver con calma para disfrutar de la ciudad y sus alrededores con mi marido, que aún no ha tenido el placer de conocerla. Aprovechar el clima amable, el amplio Tejo, el inmenso mar, la nostálgica luz del atardecer matizada por tanta agua alrededor… subir al Bairro Alto, visitar el Castelo de São Jorge y sus alrededores, salpicados de tiendas tradicionales, seguir las huellas del fado…
Me apunto como deberes una ruta por Lisboa y el Algarve, o mejor aún, una ruta abajo-arriba en plan casi mochilero para saborear Portugal, que no estamos para dispendios. Es una lástima que vivamos tan de espaldas a nuestro vecino, cuya naturaleza y gastronomía son más que atractivas, y gastemos ingentes cantidades de dinero en viajar más lejos, pero no a mejores sitios. Tanto España como Portugal ofrecen hermosas rutas de interior y marítimas, con playas cristalinas y paisajes maravillosos.
El final de esta reflexión, y del viaje, fue el retorno a Bissau. Los días son ya frescos (casi fríos para estas latitudes) y comienza la mejor época en este país: temperaturas suaves y menos insectos. Incluso ha vuelto a abrir el Bistró. Es como volver a casa.