El domingo, sin ir más lejos, salimos a dar una vuelta por la ciudad y recorrer en coche todo lo transitable y nos asombramos de lo desiertos que estaban bares y lugares de ocio de la gente del país, sobre todo en Zona 7 y Caracol, y la abundancia de coches y nuevas construcciones camino del aeropuerto. El secreto estaba en las casetas o “barracas” que ya están montadas y casi a pleno funcionamiento esperando el inicio de las carnestolendas, allá por el 18 de febrero. La atracción de los autos de choque estaba a pleno rendimiento y se veían familias paseando con sus hijos, jóvenes atildados dejándose ver o tomando algo y algún despistado más alegre de lo aconsejable. La construcción sigue siendo tradicional, mucho tronco de palma y "padja”, y otras ya de metal, más calurosas pero para algunos más modernas.
Lo divertido del multiculturalismo es esto: igual celebramos el final del Ramadán que la antesala de la Cuaresma. Lo mismo se trabaja en viernes que en domingo, y sólo la forma en que cada persona lleva su religión (de manera más o menos ortodoxa) o su moral decide el modo de diversión: consumo de alcohol, despendole, promiscuidad… de esa libertad para elegir no quedamos fuera los no nacionales; ni de esa libertad ni de montar nuestra propia barraca. Y algunas de blancos, también hay.