viernes, 9 de diciembre de 2011

Africanner

Hay días en Bissau que me despierto apasionada de África. A pesar del calor y los, de momento, pocos espacios de ocio para nosotros que tiene el país. A pesar de la pereza que da coger el coche para ir a hacer algo. Esa pasión aparece de pronto y a mi marido le asombra.
Ocurre, sobre todo, como ayer, cuando él conduce por el centro de la ciudad y voy mirando las calles. Bandim me fascina, y a veces me entran ganas locas de bajar y empezar a pasear entre los puestos del mercado para ver qué venden. Me mata la curiosidad, porque se abre en mil pasadizos entre puesto y puesto. En cuanto sepa algo de criollo (o mucho) lo haré, acompañada, claro, por alguien del país para no perderme en el laberinto multicolor.



Cruce de Chapas con Bandim


Otras veces, más inconsciente aún, me entra la gula. Cuando miro los puestos de la calle, están salpicados de pequeños vendedores que ofrecen comida preparada: arroz con o sin salsa, carne grillada (en barbacoa), pescado seco, bolsitas de plástico con zumo de cabeçera y otras frutas que tienes que morder por una esquina para beber, huevos cocidos, pan reciente y variedades de bizcochos y bollitos. Los guineenses son golosos, y en cualquier esquina hay montañas de bizcochos recientes. Cuando llega la noche (la nuit tombe, del francés, es más exacto) los vendedores ponen en el centro, entre las barras de pan, una vela, y toda la comida toma un tono rojizo llamativo.

Puede que un día me suelte la melena y decida arriesgar mi estómago frágil de blanca en Bandim, probando todo lo que llame mi atención y comprando harina de arroz al peso, chabéu, malagueta y otros sugerentes ingredientes de la comida tradicional guineense. Pollo no, ni cabrito, porque te lo venden vivo y tengo que matarlo, y sé que terminaría en casa jugando con las perras y a mi marido le daría un pasmo. Pero si está muerto o seco, valdrá.

Un día seré medio africana, con ropa del mercadillo de Bandim y comiendo a dos carrillos la comida de la calle. Aunque luego, europea debilucha como soy, me caiga muerta.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Entretanto



Hermosa y típica vista de la Cidade Velha
Entre mi cumpleaños, mi santo y la vuelta a España, si la TAP no mantiene la huelga, nos hemos ido a Praia, Cabo Verde, por razones laborales. Esperábamos un mundo muy diferente al de Guinea-Bissau, y nos habíamos creado muchas expectativas. Lo cierto es que está más desarrollado, es más moderno. Ambos países tienen una cara y una cruz.

Aquí hace menos calor y se disfruta del mar (se ven las olas) que el eterno manglar de Bissau nos niega. Y nos hablan del buen ambiente de la colonia de expatraidos, que se reúne frecuentemente para realizar barbacoas y eventos varios.Y hay menos bichos, por ende menos enfermedades.

A pesar de ello, es África también, y los materiales de construcción y las estructuras de las casa son similares, aunque las islas están mucho más urbanizadas. Tienen también problemas de abastecimiento de agua y luz, aunque menores. El ambiente y el tiempo africanos son iguales, con un criollo distinto y un portugués similar. Praia está entre África y Europa. Y eso no es malo, sino enormemente bueno.

Bissau es verde a rabiar, frente a la sequedad que ya presenta Praia, y la gente es más afable, o eso parece. Para nosotros, lógicamente, es más familiar. No sabría con cuál quedarme, ya que, al fin y al cabo, son hermanas de padre. Y con respecto a la colonia blanca de Bissau, lo que me parece es que deberíamos realizar más actividades de confraternización allá, para tener un ambiente que evite a los recién llegados sentirse solos. Tal vez más demanda daría lugar a más oferta. Sólo tal vez.
En eso, que no compete al país africano, sino a nosotros mismos, tirón de orejas para los expatriados.