Durante unos días hemos sufrido la asuencia de conexión a Internet en Bissau. No sólo nosotros, la mayor parte de la ciudad se quedó sin ella. La empresa sufrió un accidente (dicen que robaron los cables, no es difícil de creer, ya vi que en España se robara el cobre de las farolas) que ha tardado cuatro días en reparar. Esta ausencia se unió a la muerte de la antena de televisión (hace más de un mes que no la vemos).
Lo cierto es que el primer día pensé ¿qué hago tantas horas si no puedo conectarme?, pero a los quince minutos se me ocurrieron cientos de actividades que realizar, máxime cuando no necesito en este momento la world wide web para el trabajo. En un santiamén saqué las telitas y entre la tarde del primer día y el segundo me hice un pantalón. Luego abrí el abandonado libro de portugués y me enfrasqué en los ejercicios. A esas opciones se añadieron la lectura y una ampliación del horario de Pilates, actividades culinarias (oye, qué bueno sale el brioche) y un sinfín de pequeñas ocupaciones entre las cuales la estrella ha sido el peinado y adecentamiento de las perras, que falta les hacía.
Cuando el miércoles por la tarde volvió a exisitir Internet, ya no lo necesitaba más que para ver el correo. Por cierto que llegaron mensajes esperados de amigas y todos con buenas noticias. La moraleja es clara: sin el ordenador -computador lo llaman aquí- y sin la tele se aprovecha más el tiempo. A ver si lo asumo y dejo de perder horas delante de ambos. Bueno, de la tele no, que no la hemos arreglado. Ya me hartaré de la informática, si todo va bien, cuando comience el curso. Ahora, al portugués de cabeza, que me examino en septiembre.
sábado, 28 de julio de 2012
viernes, 27 de julio de 2012
Fole y olé


El caso es que no he encontrado su traducción al castellano ni su nombre científico, así que sólo puedo repetir lo que viene en el diccionario de Kriol, "fruto duma planta trepadeira borrachifera" de sabor acidulado. Lo cierto es que cuando lo abrí en casa me recordó algo que otra persona escribió en un blog. Cuando abres la cáscara, dura y gruesa, aparece una pulpa amarilla que semeja los lóbulos de un cerebro por fuera, y abierta a la mitad una flor gruesa. Imagino que es familia del maracuyá, de la guayaba y demás trepadoras exóticas. Aquí dicen que es muy rica en ácido fólico, y que por eso se llama así.


Así que he añadido otro exótico zumo a mi vida: el de fole. Sólo le veo dos inconvenientes: que fuera de temporada no hay fole y que cuando me vaya a España tampoco lo habrá. En fin, procuraré no acostumbrarme en exceso a él. Y eso que me gusta hasta sin Martini.
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¡Zumo listo! |
lunes, 23 de julio de 2012
Casamento
Hoy tengo que hablar de unos amigos de Bissau. De Rosa y
Bouba. Después de varios años de convivencia optaron por casarse para que él
pudiera viajar a España sin problemas para conocer a la familia y los amigos de
su pareja. Los días previos han sido muy ajetreados: recopilar y entregar la
documentación necesaria, hacer la ropa y las invitaciones, ambas con tanta
demora que el lunes anterior a la boda aún las estaban recogiendo, elegir el
pastel…
La madrina de boda, por su parte, fue todo lo madre que pudo en su cometido y les regaló los trajes a ambos. El bassán blanco para hacerlos y el coste de la realización por el alfayate. La tela, el “pano” que dicen aquí, lo trajo de Senegal. Dicen que allí la calidad de los tejidos es mayor. Después de la espera, tan blancos y bordados en violeta y plata resultaron muy bonitos.
Hoy nos hemos juntado unos cuantos para celebrarlo. Ambos estaban felices, y han reído y llorado a partes iguales. Compartiendo con ellos, seis blancos y muchos más pretos. Comida tradicional en una ONG, el tradicional Vivan los novios! español, las canciones tradicionales africanas interpretadas por los invitados tras cortar la tarta… Allí los dejamos, cantando y bailando con el grupo que el ya marido ha formado, interpretando temas del disco que están grabando. Proyectos e ilusiones nuevas.
Nosotras, las amigas, hemos compartido risas y bobadas ñoñas
respecto de la ropa, las uñas, el viaje, el tocado… Fue divertido. Tomamos
gin-tonics y cenamos pizza. Por un momento, nos hemos sentido su familia aquí.
Entre mis obligaciones estuvo la de confeccionarle unas
flores de tela para adornar el moño. Esas cosas que una promete en un momento
de euforia y luego dice “¡ostras, pero qué he dicho, si no he hecho una en mi vida!”
Afortunadamente, Internet tiene de todo, hasta vídeo-tutoriales para hacer
flores de tela que no sean de flamencorra desparramá en la feria de abril. De
la imagen al hecho hay un largo camino, pero al final salieron y,
verdaderamente, puestas en el pelo parecían hasta bonitas.
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He aquí las flores antes de ser entregadas a la novia |
La madrina de boda, por su parte, fue todo lo madre que pudo en su cometido y les regaló los trajes a ambos. El bassán blanco para hacerlos y el coste de la realización por el alfayate. La tela, el “pano” que dicen aquí, lo trajo de Senegal. Dicen que allí la calidad de los tejidos es mayor. Después de la espera, tan blancos y bordados en violeta y plata resultaron muy bonitos.
Dos días antes tuvimos bonita una jornada en casa: yo
cosiendo flores sin luz (¡qué raro, Murphy por aquí!) mientras la madrina hacía
la manicura con la iluminación de varias lámparas a pilas y nos tomábamos unos
refrescos. Típicamente guineense.
La novia ha mezclado los nervios con la ilusión; se casó de
blanco cumpliendo el sueño de su abuela, aunque con un traje tradicional del
país; le costó trabajo ver todos los prolegómenos realizados, echó de menos a
su familia, sobre todo a su madre... Para aliviar la morriña, su padre
emprendió el martes anterior el viaje y estuvo con ella todo el tiempo.
El novio se vio algo desbordado por las preocupaciones
europeas: papeleos, formalidades… también añoró a los suyos, que viven en
Conakry y no pudieron estar aquí, se enfadó cuando vio a sus amigos con ropa de
faena en lugar de bien atezados, se emocionó largamente cuando cortó la tarta…
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Esta es la tarta, muy amorosa, como correspondía |
Hoy nos hemos juntado unos cuantos para celebrarlo. Ambos estaban felices, y han reído y llorado a partes iguales. Compartiendo con ellos, seis blancos y muchos más pretos. Comida tradicional en una ONG, el tradicional Vivan los novios! español, las canciones tradicionales africanas interpretadas por los invitados tras cortar la tarta… Allí los dejamos, cantando y bailando con el grupo que el ya marido ha formado, interpretando temas del disco que están grabando. Proyectos e ilusiones nuevas.
Le he dado un enfoque positivo. No sé qué pasará en el
futuro con ellos, como no sé lo que pasará con el resto de nosotros. Su
matrimonio es una apuesta por romper las barreras raciales, por creer en la
igualdad y la felicidad por encima de etnias, creencias y nacionalidades. Hoy
se casaron en Guinea Bissau una española blanca, de tradición cristiana aunque
ya no tenga esa creencia, licenciada en derecho, con un preto de Guinea
Conakry, musulmán y bailarín profesional. Toda una apuesta por la diversidad.
Bandim
Es una historia que tenía pendiente y no quiero echarla en
el olvido. El sábado día 14 estuve en Bandim, el mercado de todo que ocupa el centro
de Bissau. Para entendernos, es como si las calles principales de la cuidad
fueran un extenso centro comercial. Allí
se encuentra el mayor número de “lojas”
(tiendas) del país en las que uno puede encontrar -casi- de todo.
Pese a los olores, el primer espacio no fue muy sofocante.
La carencia de techos o los techados de paja permitían el paso del aire, y no
tuvimos mucha sensación de calor. Este nuevo espacio, más moderno y con
cubiertas de uralita, claro, era un mini horno. No había un exceso de gente,
pero sí una gran carencia de espacio. Para pasar entre la ropa había que ir
inclinada y para ver los vestidos y demás debíamos asomarnos desde detrás de
mil perchas. Varias de las expedicionarias comenzaron a elegir y probarse ropa
sobre la que llevaban puesta, gran proeza con el calor que hacía, mientras que
otras, ya derrotas, las mirábamos divertidas y realizábamos comentarios como
très jolie, um bocadinho grande, very nice, too short, etc. etc.
Sorprendentemente por la poca afluencia de turistas, siempre encontramos a
alguien que chapurreara inglés.
La experiencia finalizó cuando comenzaron a recoger las mercancías precipitadamente y nos invitaron a irnos. Llegaba la lluvia. Pero eso ya lo he contado. Ése fue el fin de la primera incursión y sólo compré dos telitas. Pero la próxima vez… ¡ay la próxima vez…!
Unas están especializadas en construcción y venden azulejos,
sanitarios, pisos de pvc, carretillos y otros instrumentos destinados a ese
fin. Otras ofrecen recambios de autos, o son bazares donde encontrar casi de
todo. Junto a estas construcciones, delante y detrás, se apelotonan puestos de
venta, unos más informales, compuestos de mesas de madera o telas extendidas en
el suelo, y otros más elaborados, con techos de uralita y paredes de adobe,
divisiones de madera y multitud de palos donde colgar las mercancías.
En Bandim se puede comprar ropa nueva y de segunda mano,
comida (creo que ya hablé del pan, las harinas, los pescados secos, los animales
vivos…), calzado, estores de caña, muebles, féretros, productos chinos como
lámparas portátiles de led, linternas, mecheros, radios, teléfonos móviles...
también telas y otra multitud de curiosidades.
Ya había estado una vez en la calle principal con una amiga
guineense, pero el sábado lo visité con varias blancas -como en el chiste: una
portuguesa, una sueca, una alemana y dos españolas… adivinad en qué hablamos- y
nos metimos, alentadas por la más experimentada, entre los vericuetos y
pasadizos de una calle lateral en busca de la tela perdida. Ésa era una de mis
aspiraciones, adentrarme por los intrincados caminos del mercado de Bandim.
El olor, por supuesto, al principio fue impactante. La
entrada estaba cerca de una “carnicería” donde los efluvios de vísceras llenas
de moscas, pedazos de patas con piel (no preguntéis cuál era el animal, no lo
sé) y grandes piezas de carne de ternera nos saludaron largamente. Imaginad la
cara de una de mis compañeras de expedición, vegana ella. El suelo lo recorrían
mil regatos de lo que suponía era agua, la gente se apiñaba en estrechos
espacios y se refrescaba con bolsas y botellas de agua, mojándose las manos y
el cuerpo. A la carnicería siguieron en una pequeña plaza, hecha entre los
puestos, las fruterías, las tiendas de pescado seco (otro no tan seco, pero más
hediondo) y otros vendedores de comestibles: harinas, especias, azúcar,
legumbres, pasta… todo ello a granel. Al
fondo estaban las tiendas de panos.
Hechas las compras iniciales, incluidas botellas de vino blanco
y tinto, atravesamos el laberinto de mesas y puertas abiertas hasta llegar a la
calle principal. En el camino pude ver droguerías que ofrecían todo tipo de
productos, entre los que descubrí una colonia de Carolina Herrera (tu-guan-tu).
Cuando quise reaccionar, ya había llegado a las tiendas de ropa de segunda
mano, siguiente destino en nuestro
periplo.
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Bandim un poco después, con la lluvia amainando |
La experiencia finalizó cuando comenzaron a recoger las mercancías precipitadamente y nos invitaron a irnos. Llegaba la lluvia. Pero eso ya lo he contado. Ése fue el fin de la primera incursión y sólo compré dos telitas. Pero la próxima vez… ¡ay la próxima vez…!
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