El viernes pasado acudimos al Centro Cultural Francés para escuchar una actuación musical protagonizada por un cantautor novel del país llamado Anastasio. Las composiciones de los cantautores guineenses son de base étnica, con melodías tradicionales que recuerdan a la música jamaicana. ¿Por qué será? Los temas, siempre recurrentes: la pobreza, la falta de oportunidades, la carencia de atención sanitaria, la precaria educación de los niños…
El espectáculo fue, personalmente, más que interesante. Dejando fuera el hecho de que musicalmente resultó monótono (no sé si fueron cuatro o cinco canciones en casi hora y media), ver estas actuaciones es toda una experiencia. Comenzó con una artista invitada que nos metió en ambiente con una canción y un baile muy tradicionales. Después, la música de Anastasio se impuso y comenzó a interpretar-improvisar sus composiciones, incorporando a la letra las personalidades que veía en la sala, cuestiones de actualidad como la nueva carretera y los semáforos (tenemos carretera pero escuela no tenemos, y así), y la participación de organismos oficiales en la reconstrucción de Bissau (agradeciéndolo, claro). Muy como la trova cubana. Con guitarra, bajo, percusión, saxo (eh, Miguel Ángel, aquí te quiero ver), teclado (sois muchos, mirad a ver, Fede y compañía)... que improvisaban y hacían variaciones sobre un tema central. ¡Cómo hubieran disfrutado improvisando con ellos los del COMBO CIM!
A medida que el intérprete recitaba-cantaba, la gente comenzó a participar coreando-gritando (casi aullando a veces), aplaudiendo fragmentos, e incluso se levantaba y bailaba. Dentro del auditorio ¿eh? Si lo aplaudían mucho, se animaba e improvisaba un poco más sobre el mismo tema. De vez en cuando preguntaba si estábamos bien, como los payasos de la tele, y teníamos que gritar: beeemmm! Me quedé de piedra cuando vi a una mujer que, muy arreglada con un precioso vestido tradicional, se levantó, subió al escenario y le dio un billete al cantante. Me dijeron que son reminiscencias de los antiguos trovadores, a los que se les pagaba por cantar y que vivían de ello. Chocante. Durante la actuación esto se repitió varias veces.
![]() |
No se ve mucho, pero podéis haceros una idea... |
En la segunda canción entraron a bailar tres niños (dos chicas y un chico) de unos diez años que pertenecen a un grupo de danzas tradicionales africanas. Tremendamente impresionante ver cómo se mueven de bien. Los blancos no tenemos nada que hacer frente a estas personas que nacen con el ritmo y el movimiento en el cuerpo. Luego me explicaron que hay clases de danza africana en la calle, en Bandim, y que a las blancas nos enseñan esas niñas, porque como tenemos un nivel tan bajo, les sobra para darnos sopas con onda. Me he propuesto aprender algo de eso. Creo que las clases comienzan cuando acaban las lluvias, me informaré.
Anastasio se emocionó, el público también, y luego vino otro hecho interesante. No sólo suben a darle dinero, no, ni bailan en los asientos y gritan y corean. Además, dejan un micrófono libre por si alguien sube a cantar con ellos, cosa que un joven apasionado hizo en la segunda recita-canción, y el público, si quiere, sube y baila con los músicos y el cantante. Toda una comunión artista-espectadores. Pena de fotos! Pensé que les molestaría que hiciera, pero al final todo el mundo sacaba instantáneas sin parar. Y yo, escondida con el teléfono!!!
Luego, en el descanso, entregaron al cantante un diploma de Embajador de Caridad de una agrupación italiana de Cáritas, ya que Anastasio colabora con esta institución, y el estatus diplomático, para que pueda ir por el mundo llevando la voz de Bissau. El acto acabó con la última composición bailada por los niños, Anastasio, la ministra de Cultura, el secretario de Presidencia, fray Michael, el director del Centro Cultural Francés, dos entusiasmadas… había casi más personas sobre el escenario que mirando. Y una niña-bailarina pasando un cuenco para recoger donaciones. Toda una experiencia de comunión cultural.