Me di cuenta ayer de que hacía muchísimo tiempo que no escribía nada en el blog. Durante los últimos dos meses he estado entre África y España, viajando casi cada dos semanas por motivos de trabajo, con el corazón "partío" entre la familia que quedaba allí y las obligaciones y familia que hay aquí. Finalmente estamos en España los dos, mi marido y yo, añorando a las perritas y sacándonos del cuerpo la humedad.
Estos días en nuestro país me han alejado del ordenador. Llevaba tanto tiempo pegado a él que creo que necesitaba también unas vacaciones de informática. Hasta mi señor esposo ha abandonado la costumbre de abrir y cerrar el bicho informático como un ritual de supervivencia.
Hemos cambiando los correos electrónicos, blogs, páginas web, noticias on line y demás parafernalia por paseos, cenitas y comiditas, viajes, reuniones con los amigos... un cambio muy productivo. Sustituimos las conexiones por conversaciones y no ha estado nada mal. He descubierto que añoro las almejas, y como las gallegas y asturianas nada, ¿eh?, fíjate tú, algo tan simple. Y que mi pareja me ha abandonado por una Harley Davidson y algunas cervezas. Lo que son las cosas.
En este tiempo de silencio han pasado, además, muchas cosas. En Bissau se casó una amiga, a la que acompañamos en ese día como parte de la familia de expatriados que somos (ya contaré más de su boda, muy entrañable), aprendimos a sacar sangre a la perritas -¡pobres!- para traerla a España a analizar (necesitamos un visto bueno europeo para traerlas de vuelta), hubo una recepción en la Embajada a la colonia española por la onomástica del rey, nos anularon el vuelo por falta de combustible, la selección fue campeona de Europa... Tendríais que haber visto la de mensajes y llamadas que llegaron de aquellas tierras. Lo normal por esos lares.
Ahora, acabando los días de descanso, que han sido pocos, empezamos a preparar la vuelta: comida para sobrevivir, pienso para las perras, camisetas de la selección para medio Bissau (es lo que tiene ganar una copa) y probablemente algunas botas de fútbol y balones para los vecinos. Un ventilador... No sé si cabrá todo en las maletas. Llevamos también las inquietudes de costumbre: ¿habrá luz o encontraremos la comida que quedó estropeada? ¿estarán bien las perras? ¿habrá vuelo regular?
A ésas, y otras cuestiones, daré respuesta en el próximo capítulo.