sábado, 11 de febrero de 2012

Puera

Durante tres días el sol se escondió en Bissau. El primero, al ver el amanecer oscuro y brumoso, pensamos que el tiempo estaba “sereno”, que dicen aquí, incluso le pregunté al guardia: tchuba na tchubi? -léase chúba na chúbi, o lo que es lo mismo, ¿va a llover?-, algo harto improbable, pero quién sabe con esto del cambio del cambio climático.

La realidad es que teníamos kunfentú, viento estacional frío que trae masas de polvo del desierto, polvo fino e impalpable, con tal densidad que en ocasiones no somos capaces de ver dos metros más allá de nuestros ojos. Eso, unido a cierta bajada de las temperaturas, nos recordó a nuestra tierra, famosa por sus nieblas persistentes. Pero no es de nostalgia de lo que quiero hablar, sino de polvo.
La puera es descomunalmente invasora, con la fuerza que tienen aquí casi todos los fenómenos atmosféricos. En los caminos sin asfaltar que recorren la ciudad, la gente se tapa la boca con mascarillas, pañuelos, cuellos de camiseta subidos hasta encima de la nariz… incluso con las manos; la consecuencia más palpable es que la mayoría de las personas tienen ataques de alergia, tos, mocos, cansancio… Una densa capa roja cubre muebles, suelos, árboles y todo lo que existe sobre la tierra ("fungulinti"). Incluso, su persistencia puede poner en peligro o quemar las castañas de cajú, el recurso más productivo del país.

En fin, que a falta de polución industrial, contaminación lumínica y automovilística y fríos invernales, aquí padecemos ataques de polvo del desierto y mosquitos, lo que nos recuerda que en todas partes hay enfermedades, y que sólo hay que buscarlas para darse de bruces con ellas. Si no están cubiertas de puera, claro

lunes, 6 de febrero de 2012

Babelia

Ya va siendo hora de explique el amplio concepto de babelia. Cuando se escribió la historia de la Torre de Babel, allá en el Antiguo Testamento, tenía que estar ubicada en África, sin dudarlo, porque sólo aquí hay tal mezcla de lengua y culturas. Las ciudades africanas son crisoles de culturas, donde convergen diariamente personas de diferentes razas, tribus y lugares. El concepto de Estado acotado no existe.

Y Guinea Bissau no es ajena a esta mezcla. Sólo el territorio nacional acoge más de treinta etnias diferentes, cada una de ellas con su propia lengua y el portugués y el kreole como nexos de unión. A ellas se unen los “inmigrantes”, que casi siempre son personas de un país vecino que cruzan la frontera para vivir o residir temporalmente; eso suma otras lenguas nacionales como el francés (Conakry, Mali, Senegal) o el inglés (Sierra Leona, Ghana, Gambia) hablados, claro, al estilo africano. Añadamos las lenguas de los “colonizadores”; incluyo aquí a todos los que, de una manera u otra, hacen –hacemos- negocios en el país: árabes (libaneses, argelinos, libios, mauritanos…), chinos, angoleños, europeos (portugueses, franceses, españoles, alemanes, italianos, suecos, rumanos, búlgaros…), brasileños, cubanos, chilenos, peruanos … Y, claro, rusos, ingleses y americanos.

El resultado es el siguiente: una va a hacer la compra. La mujer rusa que cobra me habla en kreole; por detrás, dos hombres de Gambia comentan algo en afroinglés, yo pregunto en portuñol a mi conductor, que, amablemente, me contesta en “español”, mientras respondo al teléfono en francés porque me llama una amiga mauritana. Es un ejemplo.

Otro: recibo clases de portugués en francés y de kreole en francés, inglés y portugués. Luego me dicen que no aprenda ambos idiomas (portugués y kreole, claro) a la vez, que es un jaleo (¡!) Tendríais que ver mis apuntes.

Otro más: quedo con una española para tomar café. Nos juntamos cuatro: dos españolas, una búlgara y una mauritana –casi suena a chiste-. ¿En qué hablamos? Con la española en castellano hasta que descubro que la búlgara sólo habla inglés y kreole, entonces pasamos al portugués –no me digas por qué- mientras la mauritana y la búlgara se cuentan algo en kreole; seguidamente, la mauritana me explica rápidamente algo en francés porque no se acuerda de las palabras y yo se lo traduzco en inglés (eso es una proeza, porque no lo hablo) a la búlgara. Afortunadamente, la española anfitriona habla todas las lenguas y participa animadamente de todas las conversaciones con expresión beatífica.

Y yo me pregunto: ¿tendría que recuperar mi italiano? ¿debería aprender inglés ahora que tengo tiempo? Y lo que es más, ¿seré capaz algún día de decir una oración completa en un único idioma? 

Babelio o babelia es, en definitiva, un pseudo lenguaje que aúna varias lenguas en proceso de aprendizaje por un individuo concreto. Hay tantos babelios como aprendices de lenguas en territorios multilingüísticos, y cada uno se manifiesta con rasgos propios, teniendo como base sintáctica la lengua materna del hablante con léxico y expresiones del idioma oficial de país a la que se unen otras criollas, dialectales y diversas. Claro, ¿no?