Ésta es la casa de los niños perdidos |
Supongo que se escribe así. Biomendé es un nombre de la tribu balanta, y así se llama una niña (aquí ya le dirían badjuda) de alrededor de 13 años que vive en la casa de al lado, ésa que está a medio hacer y no tiene ni puertas, ni ventanas, ni nada. Vive con los que llamamos los “niños perdidos”, Ericsson-Abeto (de ocho años), Djoti-Herculano (de doce), Nheti-Maio (de trece), dos jóvenes y dos señoras, una de unos cuarenta y otra mayor. Los llamamos los niños perdidos porque siempre están solos, jugando y paseando de un lado a otro.
Al principio, pensábamos que ella y los chicos eran hermanos. Un día, llegó una mujer más joven con un niño y un bebé; se quedó unos días y al marchar dejó a Guatna, con cinco años, al cargo de las otras; de eso hace casi un año. Ésa era la madre de Biomendé. El caso es que la señora mayor es madre de los jóvenes, la otra, de piel más clara (branca, le dicen aquí, je) es la madre de los tres niños, Guatna es su hermano –creo- y a Biomendé la dejó su padre (hermano de la mujer "branca") muy pequeña, como a él, para que los educaran aquí.
Biomendé con Guatna en la casa |
Su situación en este momento nos preocupa, porque en la casa abandonada vive quien quiere y, además de esta mezcolanza familiar, muchos jóvenes y hombres expulsados de sus casas, “bandidos”, tirados y demás pasan temporadas en ese alojamiento. Ella, aunque está poco desarrollada, no es ya una niña, y en este país hay muchos hombres que consideran lícito “iniciar” a las badjudas en las relaciones “personales”. Entre otras cosas por eso hemos decidido pagarle la escuela, a condición de que vaya todos los días y elijamos el centro. No va a cambiar nada en su vida, no va a mejorar nada, pero al menos no estará sola en unas ruinas expuesta a cualquier situación. La señora de la piel branca que la tiene acogida me ha agradecido con su hijo mayor (uno que ya se emancipó) la ayuda que le he brindado, me ha pedido dinero y comida para los suyos y me han dicho que, si quiero, que me la quede. Ahí es nada. Me la regala!!! Ése es el valor de la vida en Bissau.
Por supuesto, no me la quedo. Si vive conmigo en Bissau y luego me voy y la dejo, ¿qué vida le espera? Y ¿cómo desarraigarla con trece años y llevarla, africana y analfabeta, a un país donde la escolarizarían en primero o segundo de secundaria, sin ayudas escolares, sin hablar el idioma, sin música, con tanta ropa encima, con otras costumbres tan diferentes, con frío, sin amigos ni muchas posibilidades de hacerlos? Porque soy profesora y veo lo que le pasa a esos niños cada día en los centros. ¿Qué clase de oportunidad es? ¿Qué haría eso por mejorar la vida de los cientos de niños “de criação” en este país? ¿Tendremos que llevárnoslos a todos?
Cuando fuimos a realizar la matrícula, descubrí el desconcierto de su vida: no sabe su apellido, no recuerda el nombre de su madre. Y los que me lo escribieron por ella, en la casa, no saben su año de nacimiento. ¿Cómo puede tener 13 años y haber nacido en el 2002? Así de borrosos son sus recuerdos y sus relaciones sociales. Su familia son ya las personas con las que convive, no queda rastro de nada más en su mente.
Lo cierto es que tiene muy pocas posibilidades. No es un caso especial, como ella hay muchos, pero esta niña nos toca de cerca porque es nuestra vecina. A veces va por la calle llorando porque ha discutido con Eva, una amiga, o con los niños de su casa, por ejemplo. Me ve y se acerca; Ima, me dice, le toco la cara o la cabeza y le digo: Biomendé, abó trabalha chiu (trabajas mucho), y me cuenta alguna pena en criollo, deprisa y avergonzada. Otra veces, pasea con Eva y sus hermanas o juega al fútbol. Si se arma de valor, nos pide chocolate "friu". Aquí quedará cuando nos vayamos, y engrosará la lista de los explotados infantiles que no llegan a nada, de los miles de analfabetos de este país. Al menos, espero que pueda por fin aprender a leer, escribir y hablar portugués. Tal vez eso le daría una mínima oportunidad en la vida.