viernes, 12 de octubre de 2012

Una de Biomendé y los niños perdidos


Ésta es la casa de los niños perdidos

Supongo que se escribe así. Biomendé es un nombre de la tribu balanta, y así se llama una niña (aquí ya le dirían badjuda) de alrededor de 13 años que vive en la casa de al lado, ésa que está a medio hacer y no tiene ni puertas, ni ventanas, ni nada. Vive con los que llamamos los “niños perdidos”, Ericsson-Abeto (de ocho años), Djoti-Herculano (de doce), Nheti-Maio (de trece), dos jóvenes y dos señoras, una de unos cuarenta y otra mayor. Los llamamos los niños perdidos porque siempre están solos, jugando y paseando de un lado a otro.

Al principio, pensábamos que ella y los chicos eran hermanos. Un día, llegó una mujer más joven con un niño y un bebé; se quedó unos días y al marchar dejó a Guatna, con cinco años, al cargo de las otras; de eso hace casi un año. Ésa era la madre de Biomendé. El caso es que la señora mayor es madre de los jóvenes, la otra, de piel más clara (branca, le dicen aquí, je) es la madre de los tres niños, Guatna es su hermano –creo- y a Biomendé la dejó su padre (hermano de la mujer "branca") muy pequeña, como a él, para que los educaran aquí.
 

Biomendé con Guatna en la casa
Bueno, aquí está. Es tímida y trabajadora, delgada como un palo, muy menuda. Desde que la conozco, lava la ropa de todos los varones y hembras de la casa (las mujeres trabajan todo el día y llegan de noche), cocina para todos, cuida y ayuda a los niños más pequeños con los deberes, va a por agua mañana, tarde y noche… entre los días que no hay escuela –a causa de las múltiples huelgas- y los que se queda en casa para hacer tareas, aún no ha pasado de segundo de primaria. Es una de los cientos de niños dados en crianza por padres que no pueden –o no quieren- ocuparse de sus hijos y se terminan convirtiendo en criados de otras familias. Cenicientas africanas sin posibilidad de príncipes o princesas. En su caso, como en casi todos, la situación es bien triste: están separados de sus hermanos y padres, viven en condiciones precarias y trabajan como locos para sobrevivir.

Su situación en este momento nos preocupa, porque en la casa abandonada vive quien quiere y, además de esta mezcolanza familiar, muchos jóvenes y hombres expulsados de sus casas, “bandidos”, tirados y demás pasan temporadas en ese alojamiento. Ella, aunque está poco desarrollada, no es ya una niña, y en este país hay muchos hombres que consideran lícito “iniciar” a las badjudas en las relaciones “personales”. Entre otras cosas por eso hemos decidido pagarle la escuela, a condición de que vaya todos los días y elijamos el centro. No va a cambiar nada en su vida, no va a mejorar nada, pero al menos no estará sola en unas ruinas expuesta a cualquier situación. La señora de la piel branca que la tiene acogida me ha agradecido con su hijo mayor (uno que ya se emancipó) la ayuda que le he brindado, me ha pedido dinero y comida para los suyos y me han dicho que, si quiero, que me la quede. Ahí es nada. Me la regala!!! Ése es el valor de la vida en Bissau.

Por supuesto, no me la quedo. Si vive conmigo en Bissau y luego me voy y la dejo, ¿qué vida le espera? Y ¿cómo desarraigarla con trece años y llevarla, africana y analfabeta, a un país donde la escolarizarían en primero o segundo de secundaria, sin ayudas escolares, sin hablar el idioma, sin música, con tanta ropa encima, con otras costumbres tan diferentes, con frío, sin amigos ni muchas posibilidades de hacerlos? Porque soy profesora y veo lo que le pasa a esos niños cada día en los centros. ¿Qué clase de oportunidad es? ¿Qué haría eso por mejorar la vida de los cientos de niños “de criação” en este país? ¿Tendremos que llevárnoslos a todos?

Cuando fuimos a realizar la matrícula, descubrí el desconcierto de su vida: no sabe su apellido, no recuerda el nombre de su madre. Y los que me lo escribieron por ella, en la casa, no saben su año de nacimiento. ¿Cómo puede tener 13 años y haber nacido en el 2002? Así de borrosos son sus recuerdos y sus relaciones sociales. Su familia son ya las personas con las que convive, no queda rastro de nada más en su mente.

Lo cierto es que tiene muy pocas posibilidades. No es un caso especial, como ella hay muchos, pero esta niña nos toca de cerca porque es nuestra vecina. A veces va por la calle llorando porque ha discutido con Eva, una amiga, o con los niños de su casa, por ejemplo. Me ve y se acerca; Ima, me dice, le toco la cara o la cabeza y le digo: Biomendé, abó trabalha chiu (trabajas mucho), y me cuenta alguna pena en criollo, deprisa y avergonzada. Otra veces, pasea con Eva y sus hermanas o juega al fútbol. Si se arma de valor, nos pide chocolate "friu". Aquí quedará cuando nos vayamos, y engrosará la lista de los explotados infantiles que no llegan a nada, de los miles de analfabetos de este país. Al menos, espero que pueda por fin aprender a leer, escribir y hablar portugués. Tal vez eso le daría una mínima oportunidad en la vida.

4 comentarios:

  1. Hola, Dita.

    Encontré este blog tuyo por casualidad... una simple piedra en un camino lleno de ellas, pero brilló un poco más que las otras, o tenía una veta más clara que capturó mi ojo... la cosa es que me detuve y me cautivó...
    Voy leyéndote, y me gusta. La forma en que lo miras, el cómo lo describes, las reflexiones que de vez en cuando viertes, las del cerebro y las del corazón....
    No pares.

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  2. Gracias por los ánimos, Fernando. Intentaré no defraudarte.

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  3. Hola Dita. Me llamo Eduardo y he trabajado también algunos años en Bissau. Decirte sin acritud que tu post me ha resultado un poco ofensivo. Comentarios como "Ese es el valor de la vida en Bissau" y el tono general del mismo me resulta un poco eurocéntrico, narcisista incluso. Es que acaso en Europa la vida vale más? Supongo que si nos referimos a la vida de nuestros hijos blanquitos igual si, pero la guerra la solemos exportar desde aquí, así como los planes de ajuste estructural y otras mecánicas de opresión que tienen su centro en occidente). Me resulta ofensivo primero por ese aire de superioridad que desprende y me resulta ofensivo, en segundo lugar, porque generalizas como si todo fuese así. Mira que miserable la vida de esos negros pobres de clases bajas tan vulnerables... Podrías haberlo tratado de otro modo, en serio. No se si en otros post hablas de Beti, la madre soltera de tres hijas y con otros tres niños mas pequeños que lucha y trabaja de unes a domingo para darle una educación a las seis personas que tiene a su cargo y en cuya casa (y no es la única que ocurre esto)se reparten las tareas del hogar entre niños y niñas según sus edades. O de Alfredo, un padre divorciado que saca tiempo de donde no lo tiene para poder estar con su pequeña hija, en vez de salir de cervezas con sus amigos (entre los que me encuentro). O de Augusta que dejó su trabajo en la administración para limpiar casas de ricos en Portugal, para poder darle una vida digna a su hijo Deco, que perdió las piernas cuando era niño y ahora ya espera a un hijo y saca algún dinero tocando el piano en algunos clubs de Lisboa. Todos ellos trabajadores, de clase baja, dignos y valientes. Amiga Dita, yo creo que el valor de la vida en Bissau es alto y mucho. Creo que la clase trabajadora también le da un valor importante a la vida. Quizá las clases medias y acomodadas somos las que no alcanzamos a dar un valor a la vida si no es como nosotras la imaginamos y por eso creemos que esa vida no tiene valor. Quizá esa señora que te ofreció a Biomendé consideraba que tú eras la mejor oportunidad que la niña tenía para salir de ese sórdido Bissau que describes. No lo sé. Espero que no te tomes a mal mi comentario, porque no te conozco y solo hablo de lo que el texto desprende. Un saludo.
    P.D. Realmente "trabajas mucho" en kriol se dice "bu ta tarbadja tchiu" o "bu ta tarbadja dimás"

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    1. Estimado Eduardo

      Es evidente que no me conoces. Releyendo la entrada, entiendo que la frase "ése es el valor de la vida en África" no fue muy afortunada, pero en el fondo el sentido de la vida de esa niña no varía. Si leyeras más entradas, verías que sí hablo de otras personas, de otras fuerzas y otros trabajos. Nunca he querido mirar el país
      con superioridad, ni tampoco cerrar los ojos a sus defectos. No quise escribir trabajas mucho en kriol, ni tampoco decirlo correctamente; lo estoy aprendiendo y a duras penas, sin jactarme de hablarlo. Si hubiera pretendido parecer mejor, habría consultado cómo se escribe correctamente. Estoy aprendiendo y lo hago desde el afecto al país y a sus gentes, pero si en algo te he ofendido, lo siento. Creo que en parte una oración ha hecho que tergiversaras lo que estaba contando, y me hubiera gustado que leyeras algo más de mí antes de juzgarme.

      Por cierto, a Biomendé su familia de acogida le robaba el dinero que le dábamos para el autobús y el bocadillo. Luego, comenzaron a disputársela entre dos personas porque como le dábamos dinero todos la querían para ellos. La echaron de casa y la acogió la familia de un vecino. Al final, ella y su hermano desaparecieron y volvieron a la tabanca de la que salieron. Una amiga me dijo en su momento: si quieres que le vaya bien, sácala de esa casa y llévala a Aldeas infantiles, como vive ahora no tiene posibilidades. No le hice caso, creí que la familia con la que estaba aprovecharía la ocasión para la niña y el resto de su familia. No fue así. No creo que una mujer blanca le fuera a dar mejor vida que una mujer guineense; creo que hay mujeres y mujeres, y ésas no la querían. Hay historias mejores, como Sona, que después de muerta su madre sigue yendo al cole y saca buenas notas gracias a su hermana, casada y con un bebé, o alguna de las embajadoras de la infancia que siendo niña de acogida está a punto de entrar en la universidad. Me pudo la sensiblería, tal vez.

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