En fin, que llegadas al mercado central, me llevó a dos o tres “puestos” donde comprar cosas y me recitó los precios que tenía pactados con los vendedores (ellos/as dicen que son nuestros “clientes”) después de muchos regateos. No recuerdo ninguno, ésa es la verdad, porque dichos así, de golpe, mientras das manos y dices ka misti a todo lo que te ofrecen (hasta a lo que necesitaría) no son fáciles de recordar. Además en francos cefas, que es una moneda devaluadísima. Te dicen cinco mil y tú piensas: “ahivá la pera (puede traducirse en tacos, es que el blog es público y no quiero palabras malsonantes), estos me arruinan”, y resulta que lo te piden son siete euros con cincuenta.
El caso es que uno llega, hace clientes a unos cuantos, regatea con ellos precios que son “razonables”, te vas tan contento y cuando le dices orgullosa a tus conocidos del país lo que te ha costado algo, te miran como si estuvieras loca y te dicen que es muy caro. Para ellos, que compran en tiendas de nativos, los precios están marcados muy a la baja, aunque regateen también lo suyo. Argumentan que ni el puerto ni Bandim son peligrosos, y que lo que tengo que hacer es falar criollo y lanzarme al regateo. ¡Yo! ¡Yo, que si me ponen cara de pena les doy el dinero y ni compro ni ná!
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Ellos compran aquí, con más barullo, pero más barato! |
Ahora que las obras y las reparaciones han entrado en mi vida, resulta que también tengo que regatear el precio del trabajo y la mano de obra. ¿Ochenta mil? No, no, como mucho sesenta… A mí esto no se me da bien. Si lo traduzco a euros, me parece razonable, pero si lo pienso con el nivel del país, es un robo. El quiz del tú-me-pides-pero-yo-te-doy no lo tengo pillado, no. Hay que regatear el médico, el taxi, las reparaciones del taller... Y al final, para quedar como un blanco.
Echo de menos a las “niñas” del cole; algunas de ellas regateaban que era una maravilla. Creo que invitaré a dos o tres para que me pacten los precios en el mercado central. O mejor en el puerto y Bandim, que son más baratos. Que me consigan unos buenos clientes, y tira millas. Seguro que consiguen que me hagan las reparaciones gratis. Yo, a cambio, les enseño un país peculiar y les regalo unos bolsos de piel. Eso sí, el precio que lo negocien ellas.
Ka misti: no necesito
Falar criollo: hablar criollo, ¡pues claro!