Los chicos han terminado su trabajo, pero al canalizador parece que le cuesta marchar, no lo hará hasta mañana (joé, la cocina está maldita). Voy a decirle a Sidi que no le dé ni agua, a ver si así se despide. Queda el carpintero, que ha vuelto con energías renovadas. El día que no haya nadie, me voy a sentir desamparada.
Bueno, que con lo pingo que yo era, llevo casi una semana encerrada en casa. Me he dado cuenta de lo lejos que queda la vida de España. Si no oigo las noticias, el mundo “civilizado” desaparece a toda prisa. Ya no sé qué hay de la huelga de los profesores madrileños, cómo va la economía (la de verdad, no la de los bancos), qué hace la gente de mi tierra, qué dicen los políticos… aunque esto último, ciertamente, me importa bien poco… no creo que digan nada distinto, sólo más alto y más fuerte, como vienen las elecciones… Ni siquiera sé de qué voy a despotricar cuando llegue a España. ¡Estaré fuera de juego!

Esta entrada tan desvaída que me ha salido es para agradecer a los amigos (os/as) que sigan escribiendo, porque eso ayuda a recuperar el pulso del mundo. Gracias a todos. Ah! y aquí tenéis vuestra casa, para venir a disfrutar o a reconstruirla, vosotros elegís. Pueden ser vacaciones de granja escuela, pero en lugar de pollos o patatas, aquí aprenderéis a hacer camas o zapateros. Y un poco de fontanería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario