En general, hay tres tipos de personas: las que trabajan en
organismos oficiales, las que colaboran con organizaciones no gubernamentales y
aquellas que se buscan la vida en el país emprendiendo negocios variopintos. Es
un resumen burdo y superficial, pero más o menos se corresponde con la
realidad. Dentro de estos grupos habría tantos subgrupos como caracteres tienen
los seres humanos: los hay que se esfuerzan por hacer un buen trabajo, los que
viven del cuento sin responsabilidades o excusándose en los demás y los que emprenden
actividades poco legales amparados en sus posiciones. No entro en más detalle.
Dentro del grupo de extranjeros que se buscan la vida, los
más atractivos por su personalidad son aquellos que llegaron por diversas
razones y echaron raíces, emprendieron negocios y malviven, sobreviven o
viven bien con el fruto de su trabajo según la suerte que hayan tenido, los contactos que han establecido ("amigos"), su inteligencia y su capacidad de adaptación.
Uno de ellos es el dueño del Bistró, un belga afincado en
Bissau desde hace más de veinticinco años. Llegó con una labor de cooperación y
aquí se quedó, no me digáis por qué razón. Una de sus actividades (supongo que
la más lucrativa) es la construcción. Dice que tú le das el diseño y el dinero
y él te entrega las llaves de la casa hecha. Entre sus especialidades está la
canalización. La otra actividad es el bar-restaurante. He de reconocer que de
los pocos lugares más o menos occidentalizados de la capital, el Bistró es mi
favorito. Bueno, y de los no occidentalizados. Tiene sus defectos, como que tardan mucho en servir la comida y que a
la luz del día no sé qué color tendrán las paredes, pero distando mucho en el
lujo, recuerda al ambiente del bar de Rick en Casablanca; un ambiente
nostálgico y decadente. En el Bistró la comida es buena, la compañía agradable
y el propietario siempre tiene una sonrisa para recibir a los clientes. Es el
lugar perfecto para tomar una copa después de cenar, incluso antes, y para
encontrar conocidos cuando uno se siente solo.
Si hemos de creer que las casas y los negocios tienen el carácter
de sus dueños, este lugar refleja familiaridad e incita a la confianza. Allí
nos reunimos expatriados del mundo, europeos o africanos, dispuestos a tomar
una copa y hablar en lenguas variadas mientras esperamos la hora de volver a
casa o el momento en que el ambiente nocturno llene discotecas y bares, sumergiendo
a los más animosos en la juerga del fin de semana que, como en otras partes del
mundo, empieza los jueves.