martes, 13 de marzo de 2012

El miedo a lo extraño (loa a mis perras)

Parece un poco banal hablar de perros, pero como todo aquí es extraño y asombroso, pues los canes no iban a ser menos. Los del terruño son muy bonitos, se reparten en dos razas: el basenji y el africanis (sí, sí, no es broma), aunque por la calle la mayoría son mixturas, como en todo el mundo. Los guineenses están muy acostumbrados a ellos, aunque no pueda decirse que tengan, en su mayor parte, relación con ellos excepto para hacer guarda o esquivarlos. En general, son perros silenciosos y desconfiados con los humanos, pero divertidos y juguetones con los de su especie.

El caso es que ambos animales, como corresponde a un país caluroso donde los haya, tienen el pelo corto, y el color predominante en ambos es el marrón claro con manchas blancas. Y hete aquí que aparecemos nosotros con dos “melenas” y negras, que tiene gracia. Desde el primer día se manifestó el miedo proverbial que los africanos tienen a los hermanos del lobo: como “no hay” vacunas (o no hay pa vacunar) es frecuente que mueran niños y adultos por la rabia, así que los temen por supervivencia. Eso es una garantía, porque si  hay gente trabajando en casa tengo que vigilarlas o encerrarlas, ya que si alguien las ve en un pasillo o una puerta, se queda inmóvil o se va, y así la labor no avanza, claro!

Además, el miedo a lo extraño. Parecerá mentira, pero les cuesta trabajo creer que sean perros. Aquí los llaman cachorros (katchur), pero a nuestras mascotas las confunden con cualquier cosa. A Dama, por ejemplo, una preciosa (¡!) cruce de belga negro-marrón (según el sol que le dé) de 19 kilos la confunden con un lobo, y los niños gritan lobu, lobu, aterrados mientras se separan de nosotros todo lo que pueden y se acercan unos a otros esperando que el grupo los salve del peligro. Bueno, es oscura, de tamaño mediano y tal, admito lobo como animal de compañía.

Más gracia tiene lo de Greta, que es una schnauzer miniatura gris y blanca (sal y pimienta, dicen los entendidos) de tan sólo 9 kilos. Ésa sí que provoca pavor. Las reacciones, a las que ella es totalmente ajena, porque la gente que no es de casa no le interesa lo más mínimo, se reparten entre el miedo más desgarrador y el asombro-admiración. Cuando la miran, tan chiquitita ella, hasta se arriman a Dama con tal de esquivarla. Ursu, dicen, suma ursu: es como un oso -¿habrán visto un oso en su vida?-. A veces, mi marido se muere de risa y dice que sí, con la consiguiente alarma; otras, más piadosos, les explicamos que es un perro; como un oso, sí, pero perro. Claro, no vamos a explicarles lo que es un oso, no dominamos tanto el idioma. Ella, para hacer honor a la sorpresa, en cuanto ve un perro, un gorrino, una cabra, una gallina, un sapo, un plástico o algo raro (vamos, cualquier cosa), se tensa y gruñe como una fiera. Éxito seguro y miedo sembrado.

Perras asesinas en actitud amenazante

Así que, día sí, día también, alguien abre unos desorbitados ojos mientras observa los extraños animales que nos acompañan (si fueran cerdos o cabras, pues sería normal). Katchur? preguntan apuntando -por si acaso- desde lejos con un palo largo. No, ursu, decimos sonriendo. Y después se alejan diciendo incrédulos a sus acompañantes: katchur bonito. Bonito bonito. Y nosotros las miramos, orgullosos y divertidos.