jueves, 2 de febrero de 2012

Rally, carnaval… y otras reflexiones

Aunque los centros de reunión más caros (terrazas, bares y discotecas) están a diario casi vacíos (aquí la crisis también llega), en los últimos días se percibe una especial excitación  en las calles de Bissau. Entre otras cosas, porque ha llegado un rally con todos sus protagonistas, y la ciudad se ha llenado de blancos blanquísimos –pretos peleles peleles que dirían aquí- con indumentarias totalmente frikis: pantalones cortos, chalecos, gorros de cowboy… que pasan las tardes bebiendo cervezas superbock y comiendo pizza y a los que todos se dirigen en babelia; a saber, lengua que une el kreole con el portugués, el francés  y todo lo que les suene a algo; los (sobre todo las) más lanzados/as chapurrean un inglés aceptable con ellos, esperando un poco de diversión, dinero o yo qué sé. Algo que los/nos saque de la rutina.

Esa excitación automovilística parece haber despertado los preparativos del carnaval, que tardará poco ya en empezar. Hierven las calles y se ven grupos de personas cantando o bailando, portando cientos de trozos de bambú y miles de bultos en la cabeza. No lo conozco aún, pero al parecer hay muchas similitudes con los demás carnavales; se hacen peñas, se montan barracas, hay comparsas que cantan en clave de humor anécdotas del país, se bebe mucho y se invita a mujeres que no son la tuya a tomar algo en tu chiringuito. Nada de eso es nuevo. Por otro lado, la diferencia parece radicar en que aquí, en lugar de disfrazarse, la gente recupera la indumentaria tradicional de su tribu y desfilan así ataviados, pintados de colores y semi-vestidos o semi-desnudos, como cada uno quiera interpretarlo. Ya lo veremos.

En todo caso, al bissau-guineense ir medio vestido o medio desnudo no le preocupa en exceso. Al caer la noche (¿cuántas veces utilizo esa expresión?) es frecuente ver en los barrios periféricos hombres y niños en los canales o regatos lavándose como Dios los trajo al mundo, y mujeres, algo más retiradas, que hacen lo propio al finalizar las tareas del día. Aprovechan luego para permanecer, levemente cubiertos, un tiempo, mientras se relajan y toman algo o charlan. El cuerpo aquí es menos pecaminoso, o la naturalidad de los actos lo vuelve más sano, sin perversiones. Es, como el carnaval, un eco de sus tradiciones ancestrales y de su cultura.

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