Hoy tocó lectura desgraciada de noticias. Entre las afirmaciones sobre la violación de algún
político americano y, para colmo, una extraña y estúpida noticia que dice que la
laca y el maquillaje adelantan la menopausia, casi me ha dado un ataque de
nervios. Me pregunto quién es el desconsiderado (iba a faltarle al
respeto) que emplea dinero en semejantes investigaciones. En este caso es la
Universidad de Washington. Con la arrogancia machista de presuponer que el
maquillaje y la laca sólo son usados por mujeres, o que trabajar en una fábrica
o revolviendo en la basura no causa efectos aún peores. O parir sin asistencia
médica, o usar productos de limpieza cada día…
Mientras el mundo se debate entre crisis económicas,
enfermedades raras y otras muy comunes pero desgraciadamente mortales en muchos
lugares, violencias incontenidas entre países, facciones, ideologías e incluso ciudadanos
de a pie, a alguien se le ocurre demostrarnos a las mujeres que si nos ponemos
bonitas nos volvemos menopaúsicas antes.
En cualquier caso, estoy un poco harta de que nos digan, con
la que está cayendo en el mundo, a las mujeres cómo debemos vestirnos para no
provocar a los hombres, cómo debemos comportarnos para ser buenas esposas, cómo
debemos arreglarnos para no ser menopaúsicas, como si todo eso importara; como
si ser mujer menopaúsica fuera una maldición, y no morir de cáncer de mama o de
pulmón, seas mujer u hombre. Como si mayor problema de esta sociedad, algo
podrida ya, fuera mantenerse joven y fértil, por cierto para no tener hijos –la
media de los países desarrollados es bastante baja- porque se estropea el "body" y no la economía, la
corrupción, los radicalismos, la violencia, el abandono, el maltrato… Con un
machismo subyacente feroz y condescendiente, que nos vigila diciendo: oye, que
pones vieja, oye, que tienes que estar guapa, oye… menos mal que te ayudamos,
chica, si es por tu bien.
Creo que una sociedad es adulta cuando verdaderamente se
preocupa de temas importantes para su bienestar; no para su apariencia. En este
momento en que mi país de residencia se ha vuelto otra vez algo más caótico,
estas veleidades crueles del mundo civilizado me indignan, porque aunque
parezca poco relacionado, tienen mucho que ver con la violencia de fondo, con
el desprestigio de la mujer, con la desconsideración hacia la raza humana.
Y desde tanta ignominia y tanta, con perdón, estupidez, y
porque veo cómo aquí las mujeres van perdiendo su dignidad a medida que se
casan y tienen hijos y cómo allí cuando cumples años y/o ganas quilos eres
víctima fácil de chistes sobre suegras, mujeres y gordas, me entran unas ganas
de feminismo voraz, de feminismo con vestido de seda y tacones, con traje de
chaqueta y zapatos con cordones, con equipamiento deportivo, vaqueros o minifalda.
Feminismo de cuerpos de impresión o de michelines morbosos. Me entran ganas de reivindicar que una mujer es una persona, vista como vista,
trabaje o no, sea guapa o fea, se conserve mejor o peor. Que no tiene que ser
un hombre –agresivo, cruel, competitivo- para triunfar, ni pierde puntos si
quiere quedarse en casa cuidando a su familia. Que no es tan importante ser
joven, es importante seguir viviendo con calidad el tiempo que nos quede. Y si
un hombre (o mil) opinan lo contrario, que usen maquillaje y laca
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