viernes, 22 de agosto de 2014

Carambola y mandiple



Carambola

Esta época es la época de las frutas con mucha vitamina C; frutas que ayudan a prevenir y curar enfermedades como la malaria o las gripes tan frecuentes con esta humedad. Personalmente esa parte de la estación me encanta; es el momento del fole, tan ácido; de la Jaka o Jakfruit de sabor aplatanado y con esas semillas que asadas pueden recordar a las castañas, del maracuyá, del mandiple (su nombre científico es spondias mombin)... está empezando la de la pinha o guanábana, la de la guayaba, ... El otro día encontré en el mercado una fruta exótica que había visto alguna vez en fruterías especializadas; no conseguí comprender bien su nombre en criollo, pero la traducción es fácil: carambola.

Mandiple, imagen tomada de internet
Como podéis imaginar proceso para obtener el zumo es el mismo de todos los demás: amasar o triturar con agua y añadir azúcar. Está deliciosa, y en crudo tiene un sabor sorprendente, además de quedar muy bonita para adornar postres o como base de canapés dulces o salados. El resultado es más que agradable, lo cual va a resultar un problema cuando vuelva a España: allí seguro que vale una barbaridad. A otros frutos sé que debo renunciar: no creo que pueda plantar una árbol de jaka en casa y parece un poco absurdo poner una trepadora de fole en el el jardín. No superarían ninguna el primer invierno y su tamaño nos echaría a todos del hogar. Descartado poder comprarlas importadas: muchas son de vida corta y se pudren rápidamente.

Al menos no me quedaré con ganas del mandiple: mucha semilla, poca carne y una piel dura. Al final conseguí probarlo el día antes de marcharme. Es difícil hacer el zumo porque hay muy poca carne, y para mi gusto es demasiado ácido para comerlo como lo hacen aquí, chupándolo y tirando la piel y la semilla. En fin, me quedará el consuelo de haberlas comido y el deseo de volver a tomarlas. A ver si se logra.

Lo curioso de todas ellas es las muchas propiedades medicinales que se les atribuyen, tanto a los zumos como la las infusiones de hojas o las decocciones de los tallos. Aportan muchas vitaminas, unas ayudan a eliminar parásitos, otras a solucionar problemas estomacales, de nervios, eccemas, deshidratación, algunas aportan electrolitos... Un lujo para los curiosos de la medicina tradicional. 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Ébola

Durante el tiempo que he estado en Bissau, los informativos de las cadenas internacionales (RTP, France, RTVE, etc) no han dejado de informar sobre esta enfermedad. En España, la mayoría de los amigos y familiares nos han preguntado preocupados cómo está el tema aquí. Y en el país las personas se interesan por la existencia de planes de evacuación o por las medidas que se están tomando. Nadie es ajeno a la situación delicada que vivimos.

Es cierto que el Ébola es un problema de dimensiones mayores de las que podemos imaginarnos tanto en este país como en el resto del mundo. Nadie se plantea seriamente el riesgo de la extensión de una enfermedad que parece incontrolable si no se inmobiliza a la población, que se mueve silenciosamente y avanza con rapidez sin una cura real por el momento. El verdadero drama, sin embargo, está lo difícil que resulta tomar las medidas más básicas en países donde no hay transfusiones, suero, hospitales en buenas condiciones...

Voy a intentar explicarlo. Hace unas dos semanas pusieron en una cadena imágenes de médicos intentando enseñar a la población de Liberia, creo, qué hacer si algún familiar o ellos mismos se encontraban enfermos. El doctor lo explicaba en la lengua oficial del país, alguien por detrás repetía en la lengua indígena, y a la vez mostraban a la gente dibujos de todo aquello que intentaban transmitir. Me inundó una tremenda sensación de tristeza. La mayor parte de las personas afectadas son gente humilde que vive en poblados, con poca formación, que no entienden las lenguas oficiales porque hablan la de su etnia, que no comprenden lo que les quieren explicar porque sencillamente algunos consejos (no comer animales o matar a todos si uno de ellos está enfermo, cuando en muchos casos son la única fuente de proteínas o de subsistencia, no cuidar a los seres queridos, enterrar a las personas sin embalsamarlas ni llorarlas el tiempo necesario, no tocarse... yo qué sé) les son imposibles de comprender. No conciben la vida sin esos rituales de los que les dicen que ahora deben desprenderse. Escuchan, pero no interiorizan, porque tampoco muchas veces entienden el concepto de "contagio", "prevención", "tratamiento"...  Aquí, en Bissau, cuando un paciente va al médico, en muchas ocasiones no se le dice qué enfermedad tiene, sólo qué medicamento tiene que tomar y cuánto tiempo. Si les preguntas, todas las enfermedades se resumen en "mal do corpo" excepto el paludismo ¿Cómo van a comprender en un rato todo lo que durante siglos han desconocido?

Por otro lado, el constante ir y venir de personas no por las fronteras, sino por los miles de caminos que comunican los países, permite a gente de la misma familia y la misma etnia verse cada día, vivir en un lado y trabajar en otro. No hay medios para controlarlos todos. Por tierra y por mar el flujo es incesante. Sólo los aviones pueden ser vigilados en cierta medida.

Si de verdad la epidemia se vuelve incontrolable, no habrá fronteras para ella, de eso casi estoy segura. Pero para poner una nota de optimismo, diré que cada país pone en la medida que puede su granito de arena. La radio, el gran medio de comunicación en estos países tan pobres, informa sin parar de qué medidas han de tomarse y todo el que puede las aplica de manera religiosa. Este fin de semana , por ejemplo, visitamos la frontera con Senegal y en el puesto de la policía uno de los funcionarios obligaba a todos los pasajeros que entraban o salían de Guinea Bissau a lavarse las manos con una mezcla de agua y lejía. No es mucho, pero al menos han tomado conciencia de que las manos son las grandes transmisoras de las enfermedades. Todo el mundo realizaba esa higienización sin rechistar: niños, adultos y ancianos. Lo hacían con reverencia, con formalidad, como el que tiene una lección bien aprendida. Realmente poco más se puede hacer con los medios de que dispone el país, pero al menos la voluntad de tomar medidas existe.

Faltaría saber qué se hace al respecto de otras enfermedades que, como no sufren el riesgo de contagiar a Europa por el movimiento de personas entre países, no nos preocupan, a pesar de matar a mucha más gente en menos tiempo. Por ejemplo, que alguien busque las estadísticas de muertos por malaria o cólera en los últimos cinco meses. Superan con creces al ébola. Y, por ejemplo, para la malaria, el agua con lejía no sirve de nada.

lunes, 18 de agosto de 2014

Lluvia y casi ida y vuelta


Parece que fue ayer cuando llegué a Bissau y hace ya un mes. El tiempo pasa volando y, como siempre, la mayoría de los proyectos quedan sin hacer.
Cuando aterricé, la gente se mostraba muy preocupada con la falta de lluvias (aquí casi sería sequía) de la estación húmeda. La plantación de arroz se veía seriamente comprometida y las previsiones de hambruna crecían por momentos. Para compensar los malos augurios, desde que empezó agosto llueve con regularidad y las últimas dos semana ver el sol ha sido casi un milagro. La lluvia cae como una bendición, desbordando ríos, anegando campos, cortando los caminos. Sólo tanta agua es capaz de mantener el verde milagroso de estas tierras durante los meses de sequía.

la lluvia, siempre presente

El país está en plena ebullición de cambios. El nuevo Gobierno prepara reformas y proyectos con los parabienes de la comunidad internacional, fundamentalmente de la occidental, y promesas de ayudas económicas y cooperación al desarrollo. El resultado inmediato es que hay más horas de electricidad estatal, hay barrenderos empeñados en limpiar los restos de un mercado perenne y se intenta dar un lavado de cara a la formalidad de los nuevos gobernantes. Por mi parte, espero que algo de eso tenga repercusiones permanentes y beneficie a la población, que es lo que importa.
De recopilar relatos y leyendas, nada de nada. Me lo imaginaba. Aquí en agosto no queda ni el apuntador, tanto es el afán de huir de la lluvia, y encontrar narradores voluntarios a los que pueda entender no es tarea fácil sin la ayuda de intermediarios. Desde aquí ruego a los voluntarios que quieran me los hagan llegar en cualquier lengua (las asiáticas no, soy incapaz de comprenderlas hasta con la ayuda del traductor). Gracias.

Lo único que he conseguido es descubrir dos nuevas frutas para añadir a la lista de zumos: la carambola y el mandiple (lo explicaré, lo juro) y aprender de equívocos algunas palabras nuevas. Con eso, casi, está acabado el viaje. De lo que he visto saldrán unas cuantas entradas, casi todas seguidas antes de que se acabe el viaje.

domingo, 20 de julio de 2014

Reencuentro

Durante más de un año he estado alejada del blog. No de Bissau en el alma, pero sí de este rincón donde plasmaba mi vida allí. Tuve que irme del país y comenzar una nueva vida en España, siguiendo de lejos las evoluciones de un lugar que fue mi hogar durante dos años. Hoy vuelvo con la misión de desmantelar una casa y despedirme definitivamente. No es agradable, entre otras razones porque nunca se sabe si el cambio es para bien o para mal, si ha de estarse alegre o triste. 

Allí quedarán amigos, conocidos, lugares, experiencias... Comenzará una nueva vida y lo que ésta nos depare es una incógnita. Intentaré durante este mes recopilar las últimas impresiones, detalles que durante mi estancia en España me di cuenta de que no había buscado ni conocido, como tradiciones, relatos, cuentos...

Vuelvo emocionada y asustada, casi como la primera vez que emprendí el viaje, consciente de que la vida ha cambiado mucho en este tiempo, y me siento un poco extranjera, un poco invasora, un poco aprendiz. Ojalá estos días me reconcilien con el mundo que dejé en una Bissau convulsa y empobrecida, y como el país mantenga la esperanza y la fe en un futuro mejor.

Luego, con los bártulos recogidos y la maleta preparada de nuevo, cerraré definitivamente el blog, para no acumular trastos viejos.