miércoles, 20 de agosto de 2014

Ébola

Durante el tiempo que he estado en Bissau, los informativos de las cadenas internacionales (RTP, France, RTVE, etc) no han dejado de informar sobre esta enfermedad. En España, la mayoría de los amigos y familiares nos han preguntado preocupados cómo está el tema aquí. Y en el país las personas se interesan por la existencia de planes de evacuación o por las medidas que se están tomando. Nadie es ajeno a la situación delicada que vivimos.

Es cierto que el Ébola es un problema de dimensiones mayores de las que podemos imaginarnos tanto en este país como en el resto del mundo. Nadie se plantea seriamente el riesgo de la extensión de una enfermedad que parece incontrolable si no se inmobiliza a la población, que se mueve silenciosamente y avanza con rapidez sin una cura real por el momento. El verdadero drama, sin embargo, está lo difícil que resulta tomar las medidas más básicas en países donde no hay transfusiones, suero, hospitales en buenas condiciones...

Voy a intentar explicarlo. Hace unas dos semanas pusieron en una cadena imágenes de médicos intentando enseñar a la población de Liberia, creo, qué hacer si algún familiar o ellos mismos se encontraban enfermos. El doctor lo explicaba en la lengua oficial del país, alguien por detrás repetía en la lengua indígena, y a la vez mostraban a la gente dibujos de todo aquello que intentaban transmitir. Me inundó una tremenda sensación de tristeza. La mayor parte de las personas afectadas son gente humilde que vive en poblados, con poca formación, que no entienden las lenguas oficiales porque hablan la de su etnia, que no comprenden lo que les quieren explicar porque sencillamente algunos consejos (no comer animales o matar a todos si uno de ellos está enfermo, cuando en muchos casos son la única fuente de proteínas o de subsistencia, no cuidar a los seres queridos, enterrar a las personas sin embalsamarlas ni llorarlas el tiempo necesario, no tocarse... yo qué sé) les son imposibles de comprender. No conciben la vida sin esos rituales de los que les dicen que ahora deben desprenderse. Escuchan, pero no interiorizan, porque tampoco muchas veces entienden el concepto de "contagio", "prevención", "tratamiento"...  Aquí, en Bissau, cuando un paciente va al médico, en muchas ocasiones no se le dice qué enfermedad tiene, sólo qué medicamento tiene que tomar y cuánto tiempo. Si les preguntas, todas las enfermedades se resumen en "mal do corpo" excepto el paludismo ¿Cómo van a comprender en un rato todo lo que durante siglos han desconocido?

Por otro lado, el constante ir y venir de personas no por las fronteras, sino por los miles de caminos que comunican los países, permite a gente de la misma familia y la misma etnia verse cada día, vivir en un lado y trabajar en otro. No hay medios para controlarlos todos. Por tierra y por mar el flujo es incesante. Sólo los aviones pueden ser vigilados en cierta medida.

Si de verdad la epidemia se vuelve incontrolable, no habrá fronteras para ella, de eso casi estoy segura. Pero para poner una nota de optimismo, diré que cada país pone en la medida que puede su granito de arena. La radio, el gran medio de comunicación en estos países tan pobres, informa sin parar de qué medidas han de tomarse y todo el que puede las aplica de manera religiosa. Este fin de semana , por ejemplo, visitamos la frontera con Senegal y en el puesto de la policía uno de los funcionarios obligaba a todos los pasajeros que entraban o salían de Guinea Bissau a lavarse las manos con una mezcla de agua y lejía. No es mucho, pero al menos han tomado conciencia de que las manos son las grandes transmisoras de las enfermedades. Todo el mundo realizaba esa higienización sin rechistar: niños, adultos y ancianos. Lo hacían con reverencia, con formalidad, como el que tiene una lección bien aprendida. Realmente poco más se puede hacer con los medios de que dispone el país, pero al menos la voluntad de tomar medidas existe.

Faltaría saber qué se hace al respecto de otras enfermedades que, como no sufren el riesgo de contagiar a Europa por el movimiento de personas entre países, no nos preocupan, a pesar de matar a mucha más gente en menos tiempo. Por ejemplo, que alguien busque las estadísticas de muertos por malaria o cólera en los últimos cinco meses. Superan con creces al ébola. Y, por ejemplo, para la malaria, el agua con lejía no sirve de nada.

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