Las elecciones de Bissau fueron el domingo 18. Los resultados han sido contestados por los cinco candidatos más votados a excepción del “ganador”. Dos pasarían a segunda vuelta. Ahora ninguno de los aspirantes a luchar contra Cadogo quiere hacerlo. Hablan de engaños, manipulaciones… verdaderamente alguna habrá habido, ya presuponemos que en todas partes hay trapicheos y juegos poco limpios. Pero ahora los candidatos se asocian y fomentan en el país una inestabilidad que es más que preocupante, dada la facilidad con que los conflictos estallan en este país. Con asociaciones harto extrañas, incluso impensables.
En España, pasadas las elecciones autonómicas, todos ganan. Los discursos de los portavoces han sido triunfantes y despectivos con el contrario. Nadie reconoce que no ha conseguido lo que pretendía. Nadie hace la tan manida “autocrítica”. Sobre la poca participación, sobre la falta de estabilidad para gobernar, sobre pactos que se harán ahora pero antes eran imposibles… Preocupante en un país cuya inestabilidad económica no hace más que alarmar a los mercados.
¿Qué tienen en común ambos países? Los políticos de uno y otro lado, incluso los que parecían en principio más formales, sorprenden con salidas de tono, bravatas y alianzas extrañas. En ninguno de los dos estados parece prevalecer el bien del país sobre el ansia de poder individual. En España, los votantes no aprendemos a castigar votando (por ejemplo, mayoría en blanco sería un puntazo por una vez) ni a exigir la verdadera responsabilidad. El partido con más votos, que gobierne. Que todos tengan que llegar a acuerdos para llevar adelante una comunidad autónoma. Y que esas negociaciones se hagan públicas para que sepamos si nuestros políticos ejercen como tales, buscando el bien de la polis. Ésa sí sería una verdadera democracia (no hablaré de las listas abiertas).
En Guinea Bissau, la controversia sobre los resultados electorales inclina la balanza hacia rumores de un golpe de Estado que, espero, no tendrá lugar. Otras elecciones o una segunda vuelta significan más dinero que la comunidad internacional dará al país y se quedarán unos pocos. Sin gobierno, el país se encoge aún más. La llegada masiva de inmigrantes, la falta de estabilidad, de educación, de sanidad, la paralización de los acuerdos económicos o las campañas agrícolas… Los votantes tampoco saben castigar ni exigir, y en todo caso la imagen exterior es poco alentadora.
Qué curioso. Situaciones diferentes, gentes bien distintas y una misma tónica: la ambición de los pocos deja siempre en el olvido el bien del pueblo. Llamadme idealista trasnochada, pero no era de esto de lo que hablábamos cuando llegó la democracia a España. Ni creo que fuera lo que esperaba la gente cuando se logró la independencia en Bissau. Con el agravante de que aquí, en África, las últimas revueltas han sido siempre para peor. Menos derechos, menos libertades y más guerra. Incluso en eso empezamos a parecernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario