Quizá porque hace tiempo que no vamos, estamos especialmente nerviosos. Tenemos que llevar sangre de nuestras mascotas para ver si tienen anticuerpos de la rabia y poder así embarcarlas de regreso algún día. La lista de cosas que debemos traer en el retorno es inmensa. Y entre medias, mil cosas que hacer en nuestro país y mucha gente a la que ver. Familia, amigos, compañeros de trabajo (eso más mi marido, los compañeros que visito son amigos).
Como siempre, estas preocupaciones y la espera de los últimos días nos quita el sueño. ¿Se nos olvidará algo? ¿Podremos ver a todo el mundo? Yo sé que sin remedio he de ver a una tía abuela que está muy mayor y a la que debo visita desde el verano. Se dice pronto. Cuando vamos a España todo se revuelve y el caos se apodera de nuestras vidas. Y, como por un milagro, esperamos tener tiempo para nosotros, tiempo para disfrutar de la casa, tiempo incluso para viajar. Muchos planes para poco tiempo.
Y, al final, el miedo a que algo surja y no podamos marchar (Dios no lo quiera), miedo a que nos pierdan las maletas, a que el vuelo de Lisboa se retrase y tengamos que esperar mucho para enlazar con Madrid… miedo a acostumbrarnos y que nos cueste mucho regresar. En fin, siempre hay estrés.
Y, al final de verdad, supongo que llegaremos a España bien, que disfrutaremos de comer anónimamente por Madrid (nos encanta), que pasaremos unos días deliciosos en la tierra con todos los seres queridos. Espero que los sobrinos se acuerden de nosotros y que la casa siga en pie. Hasta dentro de unas horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario