domingo, 18 de marzo de 2012

Elecciones


Ayer estuvimos en jornada de reflexión; hoy tenemos elecciones presidenciales anticipadas no exentas de polémica. Polémica por la presentación del antiguo Primer Ministro como candidato de manera algo extraña, incluso polémica su elección como representante del partido, tanto que otros dos candidatos son de su mismo grupo (PAIGC); polémica por la vuelta de un aspirante y ex-presidente que lleva viviendo fuera muchos años, por la renuncia de algún otro por supuestas anomalías en el proceso, por el temor a una acción del ejército, por las rumoreadas reuniones secretas entre personajes relevantes y altos mandos militares, por el elevado número de jóvenes que no podrán ejercer su derecho democrático…

Es la eterna marejada de fondo. De cara a la convivencia, las elecciones son un motivo de fiesta. Grandes camiones que portan enormes altavoces, banderas y militantes entusiasmados recorren las calles con consignas y música. A su paso, la gente saluda y baila, y sale de los trabajos a danzar un poco al son de un partido u otro. La Praza dos Hérois Nacionais estaba repleta de sombrillas y sillas de plástico preparadas para recibir y alimentar a los guineenses que permanecieron, desde hace días, en las sedes de los principales partidos (la del partido en el poder está en la misma plaza) haciendo guardia día y noche. La gente se junta en los bares, comenta, mira, se deja ver… Crecen los puestos de venta de comida, bebidas, regalitos…

La cruz de la fiesta: la preocupación de las instituciones internacionales, el despliegue de observadores para intentar evitar corrupciones o pucherazos (al menos pucherazos escandalosos), la prohibición de circular mañana domingo con el coche en toda la ciudad, la obligación de que la vigilancia la lleven a cabo militares y policías juntos (el ejército dijo que sólo ellos podrían llevar armas y supervisar la seguridad, algo peligroso dado que su posición no es imparcial), saber si todos asumirán pacíficamente el resultado de las urnas…

No puede decirse que haya miedo. Preocupación y mucha prudencia sí. Ayer, la ciudad por la noche estaba desierta: dos o tres personas en los pocos lugares de copas abiertos, multitud de sitios cerrados, ningún coche –casi- circulando. Se siguieron a rajatabla las recomendaciones de embajadas e instituciones.

Si analizamos la trayectoria del país, incluso si estallase un conflicto, Dios no lo quiera, quedaría circunscrito a dos o tres personas, a, como dicen ellos, algo que es sólo de políticos y militares: “no nos afecta”. Lo que se decide, en realidad, no es quién presidirá Guinea Bissau los próximos años, sino qué futuro le espera al país: si se progresa, si se retrocede, si entra en el entorno de países con gobierno religioso (musulmán), si se mira a Europa, a África o sólo al Islam, si las instituciones internacionales se quedan o lo dan por perdido todo…

Aquí, como en todas partes, el voto no es, en gran parte, razonado. Uno vota al que es de su etnia o de su partido. Si soy ex combatiente, votaré a un igual; si soy musulmán, a un hombre de mi religión, si busco poder, al partido que gobierna. Y, en general, como en España, votan a quien creen que les va a dar trabajo o dinero por razones familiares, étnicas o de amistad. Y si no me gusta lo que deciden las urnas, pues digo que es todo ilegal. Yo, incorregible optimista (creo en la gente, no puedo evitarlo), deseo que gane un candidato que no sea pernicioso para el país y que permita que nos quedemos, al menos, como estamos. Sin ir hacia atrás en nada. Alguien que sepa respetar y dialogar. Ojalá haya suerte, gane alguien así (o si no es así, reconduzca su comportamiento por buen asesoramiento) y todo el mundo acate el resultado. El país se lo merece.

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