Pero mientras llegan las lluvias gordas la humedad hace acto
de presencia de forma silenciosa. Es curioso que sin lluvia pueda ir creciendo
esa sensación de calor sofocante que provoca la humedad. Ella hace que, sin
haber caído aún mucha agua, las paredes de la casa empiecen a descascarillarse
y quede al aire el muro, o que las puertas comiencen a atrancarse y algunas ya
no se puedan abrir, o que empiece a oler a moho en los cuartos cerrados. Un
buen momento para ventilar los armarios y poner una plantación de champiñones,
supongo.
Otra de las consecuencias de a umidade es el calor que uno siente en sus propias carnes. Como
dirían en el telediario de la Uno, la “sensación
de calor” es inmensa; y más que de calor, de agobio. Puedes estar sentado
frente a una ventana, sentir la brisa y pensar “qué bien, qué fresquito” y
mientras estar sudando de forma ininterrumpida hasta empapar la ropa.
Contra la humedad, aire acondicionado. Cuando ya no podemos
más, cerramos puertas y secamos el ambiente con el aire a medio gas, sobre 26 o
27 grados. Menos no, porque si no cuando sales de casa te derrites como un
helado. Hay que no desfasarse mucho con los taitantos de temperatura exterior.
Luego, con el ambiente más sequito, te pones a quitar la pintura abombada de
las paredes, a cepillar los restos y poner selladora, lijar, pintar… y ya estás
deshidratado y encharcado.
Las perras, para compensar que sólo regulan la temperatura
por la boca, en momentos de alta tensión me persiguen por la casa pidiendo
refrigeración, Dama sobre todo, y en el momento en que oyen el aire
acondicionado se tumban en el suelo y se relajan dejando que el aparato haga el
trabajo por ellas. Modernidades y adaptación al medio, imagino.
Lo sorprendente de la humedad es que es independiente de la
temperatura. Vale, son de 34 a 37 grados, pero eso en el interior de España es
hasta soportable. No difiere tanto de los 28 a 34 de meses anteriores. Es sólo
que el cuerpo transpira por partes inimaginables y que, una vez que ha
aprendido a hacerlo (y gracias a Dios, en caso contrario moriríamos de un
sofoco), el fenómeno fisiológico se realiza sin parar. En mi caso, creo que
probablemente cinco o seis kilos menos aliviarían algo la situación, pero no es
el momento de dietas o pastillas adelgazantes. La última que tomé una infusión
de cola de caballo la tensión se me fue a la ultratumba.
Por eso, contra a
umidade, ar condicionado, água e soro, bananas ricas en potasio y a veces
vitaminas, para no desmineralizarse. Ahora sí que necesitamos días de
hidratación en España. Igual de calientes, pero más secos
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