domingo, 3 de junio de 2012

Rituales de higiene

Cuando llegué a Bissau me advirtieron sobradamente acerca de las miles de infecciones y enfermedades que podía contraer si no tenía unos rituales de higiene que me pusieran a salvo. Lo cierto es que al principio me pareció exagerado (las tres primeras o cuatro horas de estar allí), hasta que empiezas a sentir la necesidad de mantener una cierta higiene en tu cuerpo y en tu vida.

Lo normal, correcto y cordial aquí es dar la mano a toda persona que te salude y conozcas; si vas a hablar con ella o si te la presentan, sea hombre o mujer, hay que dar la mano; sea blanca, negra, china o indiana. Puedes dar en una mañana más de veinte manos, porque hasta los camareros, si te conocen y hace tiempo que no te ven, te dan la mano. En la mayoría de bares y restaurantes no hay agua o no hay jabón o ninguna de las dos cosas. Entonces descubres por qué no debes coger la comida con las manos, por qué, si lo haces, es con la izquierda; por qué el líquido higiénico es un peso útil en tu bolso y por qué te has hecho adicta a las toallitas de jabón. A mí, que no me gustaba dar besos, ahora me parece mucho más saludable.

Nueve meses de doce los pasas sudando en cuanto haces el más ligero movimiento, así que cualquier suciedad, polvo, animalillo microscópico y tal que se te arrime, se queda pegado a ti for ever and ever, así que se pasa uno el día lavándose manos, cuello, cara, axilas… Por supuesto, muchos tics se pierden: nada de tocarte los ojos o la boca, de frotarte la cara (menos otras cosas, claro) o morderte las uñas. A alguna que conozco le vendría de perlas una temporadita aquí!

En la casa, el concepto de higiene es más que necesario. Ña kau una se vuelve la persona más ordenada del mundo. Miguita de pan o plato sucio que dejes en cualquier sitio más de una hora se verá invadido de mini hormigas rojas casi transparentes. Moraleja: lava y seca todo y guárdalo antes de atraer animalitos. Comida que no guardas en la nevera estará fermentada en menos de dos horas. De la leche no vamos a hablar, o de la nata y demás derivados lácteos. O de los caldos de pollo y pescado. Esos, hasta en el frigorífico, en dos días, están putrefactos. O los congelas u olvídate del trabajo que te llevó prepararlos.
Proceso de higienización de frutas y verduras
El apartado final lo tienen las frutas y verduras. Si alguno de estos productos deseas consumirlo crudo, las opciones son sólo dos: o los pelas (je, lo de pelar pimientos tiene guasa) o los metes en el correspondiente baño de lejía siguiendo un ritual: media hora el agua con las gotas adecuadas de lejía, media hora los productos dentro del agua, enjuaga, enjuaga y ya puedes comerlo. La medida, muy eficaz, suele ser letal para las lechugas (alfaz, las llaman aquí), ya que son muy tiernas y de por sí poco crujientes. Después de una sesión de higiene, comes tela verde llena de transparencias. Alguna vez, como voy para mayor, se me olvida que tengo los vegetales en lejía, y en lugar de media hora pasan hora y media sumergidos. Eso no puede ser bueno para la salud. Las lechugas renuncian a su aspecto y textura originales y ni el hielo las vuelve a su ser.
 
Todo ello conforma el ritual que uno incorpora a su vida diaria. Al final, ni lo piensas. Yo misma me sorprendo cuando veo que no tengo nada en los muebles de la cocina, que la ropa está guardada, que fumigo la casa cada poco y en cualquier esquina encuentro anitmosquitos o trampas para hormigas. Paso la mopa sin pensar, e igualmente seco inconscientemente los muebles, vasos, platos y cubiertos para evitar las amebas. Es una lucha sin fin que nos mueve cada día sin darnos cuenta, como cuando comemos o dormimos. Lo bueno es que, en cuanto llego a España, se me olvida, y al entrar en casa todo está como lo dejé: patas arriba.

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