Y nuevamente en la casa africana. Todo parece estar en su sitio. La humedad es mayor cada día y la casa se desconcha más y más, las perritas están sanas y contentas y la luz se va cada poco como es habitual. Una hora después de nuestra llegada (fue a las tres de la madrugada) a casa, un aire acondicionado se quemó y mi santo tuvo que salir con el coche a pedir a los encargados de los disyuntores en la empresa que nos sumninistra electricidad que levantaran el nuestro, porque ellos no se enteraron. El descanso merecido llegó casi a las cinco y tocan diana a las siete y media. Hogar, dulce hogar.
Hemos recogido el contenido de las maletas (¡hola, comida!) y hecho estragos entre nuestros empleados regalando conjuntos de la selección española, por no hablar de la fascinación que el brillante balón rojo y amarillo que regalamos a Eva ha despertado. No creo que lo saque a la calle en meses por miedo a que se lo roben. Su hermano -Isabán, creo que se llama (¡!)- nos ha mirado con odio.
Las lluvias han arreciado, salimos a tormenta y media diaria, y con ellas el milagro del agua se produce de forma asombrosa: nuestros árboles han crecido dos palmos en dos semanas, los terrenos quemados tienen plantas de un metro de alto, las aguas inundan los terrenos para preparar la plantación de arroz, a la vez inundan la carretera y se cargan la calzada de tierra por la que llegamos a casa, aparecen cangrejos aplastados por autos en el camino, en casa mana agua del suelo (sé por dónde sale, no me preguntéis por dónde entra) y las paredes "lloran". Si esto hubiera pasado hace medio año, estaría loca buscando una solución; ahora sé que es así, la construcción es endeble y la lluvia y el viento traspasan paredes, puertas, suelos, techos... sólo hay que esperar a la estación seca y volver a pintar. Mientras no nos ahoguemos, todo irá bien.
Por contra, el calor ha amainado un poco (bufff) y las mañanas son fresquitas, por lo que pasear a primera hora se ha vuelto muy agradable y se puede hacer ejercicio sin morir en el intento. Es época de ananás -piña-, mango, pina -no conozco su traducción-, maracuyá, guayaba -éstas están empezando ahora-, jackfruit (Yaca, guanábano, panapén o árbol del pan) y una variedad de frutas exóticas que ni sé nombrar. Las patatas se pudren y dejan paso a las hortalizas y tubérculos locales, y resurgen con fuerza los zumos tradicionales para defenderse de la malaria. Es época de experimentar.
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