miércoles, 18 de julio de 2012

Desastres (o casi)

Tenía esta vez un montón de entradas preparadas, pero al final la realidad se ha impuesto para contar sucesos urgentes. He dejado pasar el tiempo suficiente como para desdramatizarlos y poder hacer referencia a ellos con un poco de humor. Por ello el (casi) desastres del título. En fin, paso a referirlos sin más dilación.

Como la crónica de una catástrofe anunciada, todo comenzó, aunque nosotros no lo supiéramos, el miércoles. Invitamos a cenar al cónsul y su mujer, que finalizaban su estancia en el país. Encendimos el aire acondicionado, comencé a hacer un delicioso pastel en el horno y... efectivamente, se fue la luz.  Después de varios intentos y de retrasar la cena una media hora, conseguimos realizarla, eso sí, sin pastel. Menos mal que trajimos chocolate!

Ahí quedó la cosa. Viernes noche (a eso de las dos y media de la madrugada), mi marido fue a despedirlos al aeropuerto y a recibir a otras personas que llegaban. Cuando llegó, el automóvil humeaba y no andaba a más de cuarenta por hora. Conclusión: consiguió volver a casa y ahí quedó el coche hasta el lunes. Menos mal que tenemos otro!

Sábado tarde. Súper tormenta. Llegamos a casa: dos palmos de agua en la planta baja y la primera. Una hora achicando. Malditas puertas, llenas de agujeros! La luz se va. Bueno, es normal, a veces pasa ;P! Llamamos al distribuidor, a la sazón Campo Sueco, y tras subir nuestro disyuntor la casa se convierte en una discoteca con todas las luces y electrdomésticos parpadeando y pitando. Guay!! Apago todo, conectamos el generador, cambiamos los disyuntores para nutrirnos de nuestra propia energía y... el generador se apaga. Paciencia, será un fallo; repetimos la operación y... se apaga. A la tercera, el generador ya ni se encendía siquiera. Conclusión: nos quedamos sin luz (y por ende, sin agua). Resignados, nos acostamos. No hay menos mal que valga.

Domingo mañana. Cambio la batería del generador por la del coche averiado, nada de nada, salvo chispitas en un cable. Armada de valor, y animada por el guarda, que me mira divertido, corto el dichoso cable, pelo un trozo y vuelvo a conectar: ¡arranca! En cuanto hacemos el trasiego de luz para la casa, muere nuevamente.

Amablemente, el electricista del Campo Sueco accede a venir, con su lumbalgia -yo diría hernia- a cuestas. Le doy dos ibuprofenos. Tras mucha inspección, decide que tenemos mal el cable que lleva la energía de la entrada de luz hasta la casa. Solución: sesenta metros de cable (trescientos cincuenta euracos de ala, que si lo digo en francos impresiona más: doscientos cuarenta mil), una mañana entera de faena, calor y, finalmente, luz. Alegres, conectamos todo y... no hay agua. La bomba o las bombas no funcionan. El hombre nos mira angustiado: un especialista, murmura. Lo dejamos marchar. Hay luz, dos días ya sin agua. Menos mal que los depósitos están llenos y en la planta baja de la casa, por inercia, el agua cae. Restricción de agua: no lavado de coches, no lavado de cepillos ni otras cosas.

Lunes, ocho de la mañana. Viene el chófer de un amigo, por cierto buen electricista. Mira, dice que va a pensar, se marcha... seis de la tarde, vuelve con un colega. Deciden que la placa de la bomba se ha quemado, lo que es verdad -apesta- y corren a comprar otra. Misión imposible, todo cerrado. Más restricciones de agua: no lava ropa, no riega jardín, no lava cacharros cocina, no cocer alimentos, no limpia barandas, no grifos abiertos... los empleados miran por encima del hombro sabiendo que cada vez que se acercan al grifo salgo a fiscalizar. Aún queda agua en el depósito.

Martes, nueve de la mañana. Cuatro días sin agua. El bombero que va a comprar con mi marido la bomba no aparece. Por suerte, porque quería una bomba que a nosotros no nos convence. Mi marido va a la mejor y más cara y fiable ferretería, Casa Correia, y apalabra una. Ciento cuarenta mil francos (doscientos y pico euros). Finalmente vienen, la instalan... y no funciona la otra, la sumergible que saca el agua del pozo. Miran, desmontan... y dicen que está muerta también. No podemos comprobarlo; hay que sacarla con una grúa especial. Llamo a mi marido. Habla con la dueña. Llama a la empresa del pozo... Aún hay agua en los depósitos gracias a un ahorro extraordinario. Hasta las perras beben agua de botella -y poca- para no gastar la de lavarse.

Martes, tres y media. Chaparrón por todo lo alto. Llega la cuadrilla del pozo. Miran, miran. Se empapan, cortan la luz para no morir electrocutados. La boma sumergible ha quedado desconectada, la conectan. Revisan las conexiones hechas con la bomba exterior: mal hechas. No llega potencia a la bomba interior. Cambian cables, meten las tres fases necesarias. Conectamos la corriente, encendemos luces, abrimos grifos... ¡eureka! Y éstos no han querido cobrarnos!! Hasta los guardas se ríen satisfechos. Son las cinco de la tarde y aún no hemos comido.

En fin, cuatro días y más de quinientos euros para conseguir tener luz y agua. Se dice pronto. No queremos saber si alguno de los primeros diagnósticos estuvo mal. Ahora un enorme cable recorre colgando la casa, pero qué importa la estética. Sólo queda un aire acondicionado quemado, el del dormitorio. Menos mal que trajimos en una maleta un ventilador!

He omitido, por no aburrir, las discusiones con los técnicos que han venido porque a mí no me hacían ni caso, ni siquiera el chófer me hacía caso, y a mi marido por teléfono tampoco. Enojada, llegué a afirmar que mi esposo decía que iba a matar a alguien, pero que las mujeres éramos las malas de verdad y yo sí que iba a cometer un asesinato. Fue un acto teatral, pero entendieron que lo siguiente era mandarlos a la calle y se avinieron a razones.

Espero no haberme extendido demasiado. Es la demostración de que en África ni el dinero lo puede todo (no ahora, no como queremos). Ésta es nuestra vida, a veces, aquí. Hay otra: la de cuando todo funciona y, como espero, los fines de semana se llenan de comidas y cenas (ya hay dos apalabradas). Por cierto, el coche no tenía líquido refrigerante y no le funcionaba el ventilador del motor. Necesita un diagnóstico informático. Cambiaremos de mecánico.

Uf, hasta otra. AVENTURA SUPERADA (tocad madera).

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