lunes, 21 de enero de 2013

Demba y la música

En ocasiones un momento en Bissau abre la puerta a sensaciones y emociones sorprendentes. Ocurre, como casi siempre, cuando menos te lo esperas, como ayer por la tarde.

Decidimos salir de casa a compartir una pizza por la tarde-noche por eso de que, aunque no teníamos hambre, pasábamos el fin del domingo fuera de casa y se hacía más corto el tiempo. Nos montamos en el carro y recorrimos la ciudad para, finalmente, sentarnos en la terraza del Kaliste, uno de los clásicos de Bissau. Y lo hicimos a pesar de que no había casi gente.

Cosas del destino, ese día estaba Demba cantando. Y lo digo con alegría, porque es un hombre muy agradable, un artista con la guitarra y amante del jazz, y hacía mucho tiempo que no disfrutábamos de su música en este bar-restaurante. Junto a él, acompañándolo, estaba un saxo magnífico cuyo nombre no recuerdo, pero que ya escuché en un concierto junto a Demba en el Centro Cultural Franco-guineense. De repente, la velada se convirtió en toda una experiencia musical.

Reconozco que casi simpre toca las mismas canciones, pero eso también tiene su encanto. Alterna algunas clásicas como Billy Jean, de Michael Jackson o Stand by me con música caboverdiana y composiciones propias de la tierra, todo ello con su peculiar ritmo casi asincopado y su voz afónica. El saxón rizó más el rizo y el mini concierto, íntimo porque éramos pocos los testigos, nos proporcionó a todos uno de esos momentos mágicos en los que Bissau se parece a las películas, y podría haber aparecido Humprey Bogart y no nos hubiéramos sorprendido lo más mínimo. La penumbra en que suele estar la terraza y la variedad de nacionalidades que se reúnen allí ayuda a dejar volar la imaginación.

Descubrí que puedo tararear la mayoría de sus canciones, incluso las bissau-guineenses, aunque no recuerde la letra, y acabé el domingo con un deje bailón en los hombros y las caderas, tanto que todavía esta mañana canturreaba por la casa. Lo comentamos mi marido y yo como lo hicimos la primera vez que oímos a Demba en este mismo lugar. Estas experiencias nos recuerdan por qué Africa sigue encandilando.

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