A colación de su comentario vienen ahora a mi memoria las cosas que conocí en la niñez y juventud: como no éramos precisamente ricos aprendí a pintar paredes con mis padres, a arreglar enchufes y persianas, a dar blanco a las juntas de los azulejos, a coser, a hacer filetes de una pechuga, a despiezar un conejo… incluso, en el instituto aprendí algo de electricidad, algo de música, algo de deportes, danzas regionales, teatro… Mi madre me decía con frecuencia, dado mi afán por saber de todo, eso de “conocedor de mucho, experto en nada”. Tenía razón, claro, pero no se sabe hasta qué punto ese conocimiento general puede ser útil cuando uno se va al tercer mundo.
En primer lugar, porque pierdes el miedo a hacer reparaciones urgentes de menor o mayor envergadura y de algo te suena todo a la hora de usar herramientas varias; incluyo en este apartado montar muebles, fijar estanterías, conectar electrodomésticos, arreglar grifos, etc. En segundo, porque coges bajos de cortinas, arreglas cremalleras, coses rotos, zurces calcetines e incluso, si encuentras una telita mona, te puedes hacer algún modelito (sin cremallera, porque parece que aquí no las venden) sin ir al alfayate, porque aquí –igual que en el mundo árabe- los que confeccionan la ropa son hombres. En tercer lugar, puedes hacer pasta, bizcochos, pan y galletas, limpiar y despiezar pescado, picar con hacha trozos de carne para hacer lasaña, trocear con habilidad un pollo entero después de descongelado, claro (es que aquí no hay carnicerías, te los venden vivos y, aunque vi a mis tíos y padres de muy niña matar bichos, a eso no voy a llegar), y mil cosas más utilísimas en la cocina.
En el colmo
del saber hacer, también puedo crear una paltaforma moodle, un blog (véase
éste) o preparar una presentación en power point como si tal cosa.
Ayer redescubrí
para qué servía la famosa ruletita de púas que está en mi costurero desde que el mundo es mundo (tierna infancia).
Quería obtener un patrón para hacer una casaquita y no tenía papel de seda, así
que apañé el primer periódico que encontré y pensé… ¿y ahora qué, si esto no
trasparenta? y repentinamente recordé que la ruletita es para pasarla sobre el
patrón y dejar impresa la huella en cualquier papel que pongas por debajo. Y
para, con papel de calco, pasarla por el patrón y dejarla impresa en cualquier
tela. Eso lo hacíamos en clase de corte y confección cuando elaborábamos con
periódicos ropa para muñecas antes de lanzarnos al patronaje humano: uníamos
hojas de diarios con celo, marcábamos los contornos y luego todo era cortar,
hilvanar y coser. Flipé yo solita. En fin, que vinieron bien las clases de
costura que recibí a los catorce.
Lo que ya no sé es si estoy despertando aprendizajes antiguos por las necesidades del país o, con los años que tengo, estoy entrando en la demencia senil y me parece que cualquier tiempo pasado fue mejor y por eso lo recuerdo con semejante lucidez. En cualquier caso, hasta que no vuelva a España no voy a preocuparme; aquí este pseudo-alzheimer me viene perlas.
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