Más
allá del golpe de Estado, la vida continúa de manera caprichosa en este lugar
del mundo. A pesar de la falta de gobierno desde hace más de un mes, las
oficinas ministeriales con alguna recaudación están abiertas porque es la forma
de ganar dinero. En lugar de ir a las arcas estatales, lo que se cobra paga a
los militares y algo queda para los funcionarios. Los policías en las calles
paran más coches que nunca (oh multas, todas sois iguales) y la aduana
portuaria abre unas horitas por la mañana. No necesitan más que cobrar un poco.
Por
la contra, bares y restaurantes están en baja: por las noches se sale mucho
menos y los proyectos de cooperación que terminaron no se reponen, así que los
trabajadores de ONG’s y organismos internacionales se vuelven a sus tierras. El
toque de queda no anulado formalmente hace de retén inconsciente.
Como
para hacer un favor y ralentizar el destierro, la TAP interrumpe de forma
irregular sus vuelos, dificultando la movilidad y reteniendo a las personas que
entran y salen (que quieren hacerlo, vamos) en Lisboa y Bissau sin previo
aviso. Tienen pocos viajeros y anulan viajes sin preaviso, dando un toque de
emoción al hecho de volar. ¿Podré, no podré? La Junta Militar ha publicado una
lista de personas que no pueden abandonar el país que ahora mismo no tiene mucho
sentido, porque salir del país es casi una proeza (como entrar).
Nosotros,
pues, seguimos en ese impasse esperando que un inesperado acuerdo ponga un Gobierno en
marcha, que la actividad económica se normalice, que ocurra un milagro y llegue
de verdad la democracia… Estamos en el mismo impasse del tiempo, que espera la
lluvia desde hace días y tchuba ka ta tchubi, pinga, que dicen, pero no cae
agua. Con bochorno, humedad y calor que avisan la tormenta, pero sin atisbos de desenlace.
Al
menos el viernes llegó el primer temporal. Lo arrasó todo. Esperemos que el
movimiento político no sea tan virulento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario