martes, 12 de marzo de 2013

Casi despedida, botas de fútbol y algo más

No hace ni dos días que volví a Bissau y me invade una extraña sensación de foránea, máxime cuando dentro de poco volveré a marcharme. Cuando se ha adquirido la rutina de vivir en un lugar cuesta trabajo mentalizarse de que, finalmente, dejará de ser tu hogar, y de que mi paso por este país empezará a ser cada vez más estacional. Es como despedirse de un amante separando cada vez más las citas, pero dándote cada vez a él con la misma pasión.

Tal vez por eso no salí los primeros días a saludar a los niños, y eso que les he traído, esta vez sí, una maleta llena de botas de fútbol con clavos y sin ellos, donadas generosamente por compañeros de mis sobrinos. Quizá porque me da pena verlos y dejarlos de ver una y otra vez. Finalmente, ayer quedé con ellos e hicimos la entrega. Fue divertido, porque a medida que encontraban su número (o no, o elegían las que más les gustaban con la condición de que 1- les entrara el pie, 2- no les sobrara medio zapato y 3- no se coge más de un par por cabeza) crecía su alegría y terminamos con un desparrame de regalos: equipamientos de la selección española, balones de fútbol...


Todo el equipo en posición, hasta Distino, el can
Casi fue un encuentro familiar. Nos quedamos todos en el porche de casa y dejamos que pasaran hasta los perros de Bafón, Distino y Deuste, que todavía cuando nos oyen o entran en casa buscan a mis perras como locos; el pequeño Deuste para jugar, y con Distino nunca se sabe. Elías se quedó sin botas porque tiene un número muy grande -el 45- y nadie nos había dado calzado de ese tamaño; tendré que comprale unas aquí para que pueda jugar con el equipo del barrio. Y Erik y Guatna se quedaron sin uniformes porque eran muy grandes para ellos y los adultos de la casa se los iban a quitar en un segundo. Esos tendrán que esperar a la vuelta de Semana Santa para vestirse de la Roja.

Y héteme aquí arreglando cordones
Luego fueron volviendo a casa para pedirme que les metiera los cordones en las zapatillas (debería comprarles cordones nuevos) o los ayudara a calzarse y para decirme que una niña nueva, otra menina de criação que llegó hace poco a la casa, se había quedado sin sus zapatillas. He de reconocer que le di los más pequeños que había y creo que le durarán al menos dos años. Quizá no tanto, porque tienen los pies muy grandes!!!

Hoy tocó visitar a las mujeres del mercado y comprar lo que necesitaba y lo que no, hay que hacerles un poco de gasto a todas. Usé mis contactos para mostrarle al padre de una amiga dos centros educativos y nos dimos un baño de masas entre enanos de seis a ocho años. No estuvo mal. Lo miro todo como si fuera ya mío -me cuesta poco integrarlo- y como si fuera a dejar de serlo.

A partir de ahora cada entrada será un descubrimiento y una casi despedida. Quizá no en la pantalla del ordenador, pero sí en mi memoria.

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