viernes, 14 de octubre de 2011

La mudanza (y 1)










La mudanza nos ha pillado desprevenidos


Coincidiendo con el día del Pilar, fiesta nacional para los españoles, los diligentes funcionarios del puerto de Bissau decidieron entregarnos la mudanza, porque para ellos no era fiesta, claro. Dicho y hecho. Avisaron, abrieron el contenedor antes de que pudiéramos llegar a verlo, sacaron el coche, cargaron el cajón metálico en un súper camión y se lanzaron a la invasión de nuestra casa. Aquí estaba yo, con un diligente joven que me estaba asegurando, por fin, que la limpiaría como necesito. Digo yo, ¿no podrían haber esperado dos o tres días más, ahora que la iban a dejar como la patena?

Pero la ley de Murphy es la ley de Murphy, así que decidieron que mejor ya. De golpe y sobre la una del mediodía llegaron a casa dos coches (el de mi marido y el mío nuevo), un camión de cien metros (¡!), el conductor del camión, el ayudante del conductor, diez porteadores del país, tres agentes de aduanas (somos importantes), uno en moto que no sé quién era, un vigilante que pasaba por el camino y un grupo de gente que se añadió a la fiesta: Abeto y alguno de sus hermanos, los hortelanos que están limpiando el campo y cosechando el arroz; Sidi, que había salido a hacer “gestiones”, Keba, el conductor de mi marido, y hasta el jardinero, que había “desparecido” dos hora antes.

Metidos en danza, Keba fue anotando las cajas que salían, Sidi indicando dónde colocarlas, mi marido revisando la situación en que llegaban (alguna abierta, otras empapadas, alguna vacía…), el jardinero descargando como el que más y Bernardita, la mujer que viene a limpiar, desapareció prudentemente durante todo el embate. Para verlo y para oírlo: yo hablaba a Sidi en francés, éste en criollo a los cargadores, yo en portuñol y crioñol a todo el que pasaba, mi esposo otro tanto, los cargadores preguntaban en lo que les parecía (criollo, portugués, fula… daba igual, yo no entendía nada ya) y balbuceaban en castellano: verde, marrón… aquí, anexo… El de la moto a veces traducía para ayudar y mostrar que hacía algo.

Así llegaron las primeras cajas. ¡Imaginad nuestra cara!
















A todo ello, los niños perdidos se tumbaron en el garaje divertidos y Abeto agarraba de la mano a mi agotado marido mientras le pedía “papa”, es decir, comida. Todo un espectáculo.

Acabamos, eso sí, en dos horas y pico (con tanto hombre cargando se ventila rápidamente una mudanza) y a eso de las cuatro y media estábamos pensando en empezar a comer, cosa que hicimos. Una estiradita-no-llega-a-ser-siesta y después a ponernos guapos, que era el día de España (casi se me olvida) y a las seis y media había fiesta oficial. Ducha, decoración, remozado… Hasta las tantas de pie y con tacones (yo) y traje (mi santo esposo).

A veces hay que esperar eternamente, y otras todo se precipita. ¿De dónde sacaron las prisas justo el 12 de octubre? ¿Querían celebrar nuestro día regalándonos el fin de la mudanza? ¿No decían que aquí todo va lento? Pues mecachis en lo lento, digo yo, ya había preferido una semana más de demora. En fin, que vivimos un día tranquilo, donde los haya, en África.

Ahora, unas semanitas de montaje. Si es que se vive de un descansado aquí...

1 comentario:

  1. Que gusto da leerte, Inma, tan entusiasta como siempre.
    Parece una de Tarzán lo que cuentas, los porteadores, los occidentales importantes, y todo lo demás. Leo encantado lo que pones aquí y te animo a que sigas (por si flaqueas). Me permití poner en mi Facebook el enlace, y como tengo a medio alumnado y exalumnado del CIM de amigos, algunos te están leyendo también. Ánimo y disfruta de la maravillosa novedad e intensidad de esa vida que llevas ahora. Besos y abrazos,

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