lunes, 8 de julio de 2013
Y agua
La lluvia ha llegado finalmente con casi un mes de retraso, y como suele ocurrir en estos casos está intentando compensar todo lo que no había llovido hasta ahora. Desde el viernes las tormentas se han ido sucediendo con mayor fuerza cada vez y ayer y hoy ya brama y refunfuña durante horas en cuanto empieza a caer la tarde.
Es curioso cómo el atardecer convoca las fuerzas de la naturaleza y evoca en mí, por alguna razón que desconozco, esa vieja explicación que le damos a los alumnos los profesores de literatura en la que hablamos de las últimas horas de la tarde como las horas “brujas” para la creación. Supongo que los colores, el cansancio, las alegrías y frustraciones del día se evalúan al acabar la jornada y la revisión de la vida y los sentimientos libera el sentimiento creador. Si a todo eso le añadimos una tempestad tropical, con vientos fortísimos que cargan los cuerpos de energía, relámpagos que atraviesan la ciudad de un lado a otro y oleadas de agua que lo inundan todo, la imaginación vuela con más fuerza.
Yo, como soy blanca, no salgo de casa. Pero hoy que me he quedado sola, escribiendo esta entrada sonrío pensando en la celebración del agua que seguramente habrá fuera, en los barrios. Durante los momentos de más fuerza de la tormenta el tráfico se detiene –no se ve nada de nada, es necesario- y las personas toman la calle para bañarse, pasear, jugar… Vuelven a casa exahustas, liberadas. Sonrío y las envidio; y como ser híper civilizado que soy, pienso en lo maravilloso que sería ahora, cuando amaina y ruge el cielo sordamente, salir a una terraza y tomar uno de los famosos gin-tonic de Bissau, ésos que llevan hielos hechos con agua de potabilidad dudosa y limas del país, Beefeater si hay suerte y a veces Bombaiy Sapphire, pero en otras ocasiones Larios o ginebra de marca desconocida y tónica Schweppes normal y corriente importada de países árabes, y que saben mejor que los mejores combinados de los países civilizados. Disfrutar de la bebida y relajarme.
Siempre me prometo que antes de dejar Bissau me iré a la calle a bailar y mojarme, al fin y al cabo lo peor que puedo coger es un catarro y eso ya el aire acondicionado lo proporciona dentro de casa.
Bailar bajo el agua y cazar un relámpago inmenso con la cámara de fotos. Supongo que al final no lo haré. O sí. Vaya usted a saber.
miércoles, 26 de junio de 2013
Retorno a casa
Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada. Con las idas y venidas, y las largas estancias en España, no me parecía correcto escribir en un blog de África, máxime cuando no se está allí.
Ahora sí me encuentro de vuelta. Quizás el último retorno antes de volver al trabajo y la vida en España. Bissau me ha recibido algo revuelto, como el tiempo, tranquilo en apariencia pero sin estar del todo como debería. Si empiezo por el país, hay un pacto de gobernabilidad que pretende solucionar los problemas ocasionados por el golpe de Estado y que intenta dar estabilidad al proceso, pero en el fondo parece que la presión militar no afloja, algunos nombramientos pertenecen a personas afines a los golpistas y el pueblo está cada vez más necesitado. No hay variedad de productos en los comercios, el mercado está casi desierto y la ausencia de cooperantes y personal europeo evidencia una situación económica dura: no entra dinero. Hacen falta medidas reales que dinamicen el país y la actividad económica, casi paralizada.
El tiempo es igualmente engañoso; los días están tranquilos y al anochecer, muchas veces, se nubla, pero la lluvia no ha llegado y una humedad sofocante se apodera del país, agotándolo. Hay necesidad de lluvia y en su ausencia todo es polvo y sudor. Nos hace falta agua.
Fuera de estas reflexiones, volver ha sido muy agradable. Me gusta el país y me gusta su gente, aunque me apene verlos tan necesitados. Es agradable reencontrarse con los conocidos y amigos, salir a tomar alguna cervecita y volver a pelearse con la rutina. El primer encuentro tuvo lugar el día de España, que aquí se celebra con una recepción a la colonia española en la Embajada. Hubo algunas ausencias que lamenté, aunque después ya nos hemos puesto en contacto por teléfono, pero la velada fue amena y formábamos un grupo de expatriados muy agradable.
Como creo que haré algunas visitas a zonas aún no exploradas de Bandim, iré dando cumplida cuenta de ellas. Espero, además, que mi santo me lleve a algún sitio en viaje relámpago -sin agotar el presupuesto y si las lluvias lo permiten, claro- del que mostraré las pertinentes fotografías.
De momento, para celebrar el optimismo del retorno he decidido ayudar a una editorial española con la que colaboro económicamente para que editen con todas las de la ley un disco basado en un libro de poemas. Fomento de la cultura. A ver si encuentro ocasión de hacer algo de eso aquí también.
http://www.verkami.com/locale/es/projects/5758-disco-rebelde-soledad-canciones-sobre-poemas-de-julia-de-burgos
Ahora sí me encuentro de vuelta. Quizás el último retorno antes de volver al trabajo y la vida en España. Bissau me ha recibido algo revuelto, como el tiempo, tranquilo en apariencia pero sin estar del todo como debería. Si empiezo por el país, hay un pacto de gobernabilidad que pretende solucionar los problemas ocasionados por el golpe de Estado y que intenta dar estabilidad al proceso, pero en el fondo parece que la presión militar no afloja, algunos nombramientos pertenecen a personas afines a los golpistas y el pueblo está cada vez más necesitado. No hay variedad de productos en los comercios, el mercado está casi desierto y la ausencia de cooperantes y personal europeo evidencia una situación económica dura: no entra dinero. Hacen falta medidas reales que dinamicen el país y la actividad económica, casi paralizada.
El tiempo es igualmente engañoso; los días están tranquilos y al anochecer, muchas veces, se nubla, pero la lluvia no ha llegado y una humedad sofocante se apodera del país, agotándolo. Hay necesidad de lluvia y en su ausencia todo es polvo y sudor. Nos hace falta agua.
Fuera de estas reflexiones, volver ha sido muy agradable. Me gusta el país y me gusta su gente, aunque me apene verlos tan necesitados. Es agradable reencontrarse con los conocidos y amigos, salir a tomar alguna cervecita y volver a pelearse con la rutina. El primer encuentro tuvo lugar el día de España, que aquí se celebra con una recepción a la colonia española en la Embajada. Hubo algunas ausencias que lamenté, aunque después ya nos hemos puesto en contacto por teléfono, pero la velada fue amena y formábamos un grupo de expatriados muy agradable.
Como creo que haré algunas visitas a zonas aún no exploradas de Bandim, iré dando cumplida cuenta de ellas. Espero, además, que mi santo me lleve a algún sitio en viaje relámpago -sin agotar el presupuesto y si las lluvias lo permiten, claro- del que mostraré las pertinentes fotografías.
De momento, para celebrar el optimismo del retorno he decidido ayudar a una editorial española con la que colaboro económicamente para que editen con todas las de la ley un disco basado en un libro de poemas. Fomento de la cultura. A ver si encuentro ocasión de hacer algo de eso aquí también.
http://www.verkami.com/locale/es/projects/5758-disco-rebelde-soledad-canciones-sobre-poemas-de-julia-de-burgos
domingo, 5 de mayo de 2013
Contrastes
El sábado fuimos a un desfile de modelos en el Centro Cultural Franco-guineense. Fue un acto curioso. En un país que actualmente se mueve en una constante inestabilidad, en el que el miedo a un nuevo golpe de mano por parte de fuerzas desconocidas nos mantiene siempre en alerta, un acto tan sofisticado representó bien el contraste entre la apariencia de normalidad y la marejada de fondo.
Al pase de moda estaban invitadas personalidades y representantes de embajadas y consulados y gente "bien" de la sociedad guineense. Sólo media hora antes de acudir, recibimos una llamada que nos prevenía sobre la presencia de militares armados en los alrededores del lugar. La primera idea: algunos incontrolados protestando ante los diplomáticos y europeos e intentando evitar el desfile. La realidad: el presidente del país estaba invitado y traía una fuerza de seguridad algo excesiva, pero muy en consonancia con lo que ocurre en países como éste, en los que se intenta dar apariencia de fuerza y defensa de los miembros del gobierno.
El sobresalto quedó en nada, pero así pasan los días. El país tiende a la normalidad (o al menos sus ciudadanos lo pretenden), pero la inestabilidad política evidencia otra realidad. Entre el "va a pasar" típico de los ciudadanos, que efectivamente esperan que todo pase, y el "chega" -llega- tan portugués de esto es más que suficiente y no puede perdurar.
Abstraídos de la alarma inicial, nos sumerjimos en un intento de normalización lleno de música y glamour, vestidos de corte occidental y telas de inspiración africana y de corte tradicional con tejidos más occidentales. Modelos -hombres y mujeres- que desfilaron con gran profesionalidad y de fondo el trabajo de algunas personas que intentan que los negocios funcionen en Guinea Bissau al margen de las maniobras de dentro y, por supuesto, de fuera.
Al pase de moda estaban invitadas personalidades y representantes de embajadas y consulados y gente "bien" de la sociedad guineense. Sólo media hora antes de acudir, recibimos una llamada que nos prevenía sobre la presencia de militares armados en los alrededores del lugar. La primera idea: algunos incontrolados protestando ante los diplomáticos y europeos e intentando evitar el desfile. La realidad: el presidente del país estaba invitado y traía una fuerza de seguridad algo excesiva, pero muy en consonancia con lo que ocurre en países como éste, en los que se intenta dar apariencia de fuerza y defensa de los miembros del gobierno.
El sobresalto quedó en nada, pero así pasan los días. El país tiende a la normalidad (o al menos sus ciudadanos lo pretenden), pero la inestabilidad política evidencia otra realidad. Entre el "va a pasar" típico de los ciudadanos, que efectivamente esperan que todo pase, y el "chega" -llega- tan portugués de esto es más que suficiente y no puede perdurar.
Abstraídos de la alarma inicial, nos sumerjimos en un intento de normalización lleno de música y glamour, vestidos de corte occidental y telas de inspiración africana y de corte tradicional con tejidos más occidentales. Modelos -hombres y mujeres- que desfilaron con gran profesionalidad y de fondo el trabajo de algunas personas que intentan que los negocios funcionen en Guinea Bissau al margen de las maniobras de dentro y, por supuesto, de fuera.
miércoles, 24 de abril de 2013
La playa de Quinhamel

Cerca de nosotros había dos coches con música, y las mujeres se acercaban casi danzando. Todos se agrupaban bajo un gran árbol, supongo que para adentrarse en la selva juntos de camino a su tabanka-aldea. La imagen de su tranquila migración, por otro lado cotidiana, marca el final de una jornada de trabajo. También en el camino a la playa muchas personas se retiraban tras un día de trabajo en la recién inaugurada temporada de anacardo. En la misma playa probamos algunas "manzanas" de cajú maduras, dulces y jugosas que aplacaron la sed en estos calurosos días previos a la lluvia.
Fue una tarde apacible y optimista. Gente en movimento, aguas tranquilas, sol radiante, música de fondo y naturaleza virgen para todos, que la compartíamos sin estorbarnos, respetuosamente.
domingo, 24 de marzo de 2013
Más experimentos
Rizoma y planta de jengibre http://www.bionatural.es/ |
He de decir que mi olfato es algo especial, y el sabor fuerte de esta raíz, mezclada con agua, me olía a detergente incluso con quilos de azúcar. Según alguien más habituado a esta bebida, estaba especialmente fuerte. Picaba tanto que saturaba el paladar. Pero luego me hablaron de las mil y una propiedades beneficiosas del jengibre y decidí rehacerlo en casa más suave. Al final fue con zanahoria, limón y miel. Una vez que el gusto se acostumbra, es refrescante y sí se siente una más ligera después de tomarlo. Incluso se hace mejor la digestión. Ahora me quedan por explorar sus propiedades culinarias.
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Flor y hoja de Hibiscus sabdariffa. http://www.gardeningoncloud9.com/ |
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Kandja. http://lesjardinsdepomone.be/?p=251 |
El único problema que esta preparación tiene es la consabida higienización de ambos vegetales, ya que el tipo de abonado -natural procedente de heces animales- y el uso de aguas no siempre potables para el riego pueden comportar algún riesgo sanitario.
En fin, esta es mi última -si sale el avión- entrada desde Bissau en casi un mes y parece casi una lección de botánica o de alimentación, pero no podía resisitirme a contar la experiencia, máxime cuando esta vez los dos-que son tres- nuevos experimentos son muy saludables, buenos para el colesterol, ayudan en las dietas de adelgazamiento y están repletos de propiedades medicinales. Ahí queda eso: sumu de djimdjimber, sumu de ondjo y baguitche.
sábado, 16 de marzo de 2013
Djalicunda
Aprovechando mi corta estancia en Bissau, y ante la perspectiva cierta de que lo que deje para mañana no lo haré jamás, me fui el jueves con mi amiga Rosa a Djalicunda, donde la organización KAFO tiene un Centro campesino de formación, vulgarización agrícola y valorización de saber tradicional cerca de la frontera con Senegal, en la región de Oio.
El centro hace seguimiento de proyectos y programas de desarrollo local basados en saberes y riquezas naturales. De las once agrupaciones que se integran en la organización, y que reúnen a más de novecientas tabankas (aldeas) y veinticinco mil socios, una parte notable son las mujeres. Dicen que el sesenta y uno por ciento.
Nosotras íbamos a celebrar allí el día de la mujer trabajadora. Ya hubo actos en su momento, pero ahora tendrían lugar las conclusiones a una semana de trabajo y promoción de los derechos de la mujer.
A estas dos jornadas de convivencia acudieron hombres y mujeres representantes de tabankas que participan en un programa de promoción de derechos políticos y sociales de las mujeres. Fue una experiencia aleccionadora. Los asistentes se presentaron, participaron activamente en las actividades y realizaron -realizamos- en grupos trabajos de análisis de situaciones de incumplimiento de esos derechos y propuesta de recomendaciones para elevar a instancias superiores.
Digna de verse la fuerza con la que las mindjeres grandis (las mujeres mayores) denuncian sin tapujos la situación de excesivo trabajo y la poca ganancia económica que tienen, y la falta de ayuda de los hombres en todo ello. Denuncian que ellas tienen que sostener la familia y no les queda dinero para cuidarse (médicos, ginecólogos, documentación de identidad...) Acusan a la sociedad de mantener prácticas dañinas para los derechos de la mujer: el fanado -la ablación-, los matrimonios forzados o prematuros, las violaciones físicas y sexuales, analfabetismo femenino (creen que si una mujer estudia no puede tener hijos)...
Los hombres que participan apoyan estas reivindicaciones. Se sienten honrados de formar parte de la mejora de la sociedad y entienden que mejorar la vida de las mujeres mejora la vida de la familia, de los hijos. Rechazan forzar a la mujer, impulsan el uso del preservativo para evitar la propagación de enfermedades y quieren formar parte del cambio activamente.
Estar fue un orgullo. Ver a los animadores y formadores trabajar con los socios de KAFO, también. Asistir a un intento de racionalizar y sacar partido al trabajo que muchas organizaciones, gubernamentales o no, hacen de manera descoordinada y que puede dar mejores frutos intercambiando información. Estoy agradecida por haber tenido la oportunida de formar parte de ello.
Banco de simientes tradicionales de arroz. El único del país |
Nosotras íbamos a celebrar allí el día de la mujer trabajadora. Ya hubo actos en su momento, pero ahora tendrían lugar las conclusiones a una semana de trabajo y promoción de los derechos de la mujer.
A estas dos jornadas de convivencia acudieron hombres y mujeres representantes de tabankas que participan en un programa de promoción de derechos políticos y sociales de las mujeres. Fue una experiencia aleccionadora. Los asistentes se presentaron, participaron activamente en las actividades y realizaron -realizamos- en grupos trabajos de análisis de situaciones de incumplimiento de esos derechos y propuesta de recomendaciones para elevar a instancias superiores.
Los hombres que participan apoyan estas reivindicaciones. Se sienten honrados de formar parte de la mejora de la sociedad y entienden que mejorar la vida de las mujeres mejora la vida de la familia, de los hijos. Rechazan forzar a la mujer, impulsan el uso del preservativo para evitar la propagación de enfermedades y quieren formar parte del cambio activamente.
Estar fue un orgullo. Ver a los animadores y formadores trabajar con los socios de KAFO, también. Asistir a un intento de racionalizar y sacar partido al trabajo que muchas organizaciones, gubernamentales o no, hacen de manera descoordinada y que puede dar mejores frutos intercambiando información. Estoy agradecida por haber tenido la oportunida de formar parte de ello.
Mirad un ejemplo: mujeres sacando agua. ¿Os podéis creer que los maridos estaban a la derecha, sentados a la sombra charlando con los hijos varones? |
martes, 12 de marzo de 2013
Casi despedida, botas de fútbol y algo más
No hace ni dos días que volví a Bissau y me invade una extraña sensación de foránea, máxime cuando dentro de poco volveré a marcharme. Cuando se ha adquirido la rutina de vivir en un lugar cuesta trabajo mentalizarse de que, finalmente, dejará de ser tu hogar, y de que mi paso por este país empezará a ser cada vez más estacional. Es como despedirse de un amante separando cada vez más las citas, pero dándote cada vez a él con la misma pasión.
Tal vez por eso no salí los primeros días a saludar a los niños, y eso que les he traído, esta vez sí, una maleta llena de botas de fútbol con clavos y sin ellos, donadas generosamente por compañeros de mis sobrinos. Quizá porque me da pena verlos y dejarlos de ver una y otra vez. Finalmente, ayer quedé con ellos e hicimos la entrega. Fue divertido, porque a medida que encontraban su número (o no, o elegían las que más les gustaban con la condición de que 1- les entrara el pie, 2- no les sobrara medio zapato y 3- no se coge más de un par por cabeza) crecía su alegría y terminamos con un desparrame de regalos: equipamientos de la selección española, balones de fútbol...
Luego fueron volviendo a casa para pedirme que les metiera los cordones en las zapatillas (debería comprarles cordones nuevos) o los ayudara a calzarse y para decirme que una niña nueva, otra menina de criação que llegó hace poco a la casa, se había quedado sin sus zapatillas. He de reconocer que le di los más pequeños que había y creo que le durarán al menos dos años. Quizá no tanto, porque tienen los pies muy grandes!!!
Hoy tocó visitar a las mujeres del mercado y comprar lo que necesitaba y lo que no, hay que hacerles un poco de gasto a todas. Usé mis contactos para mostrarle al padre de una amiga dos centros educativos y nos dimos un baño de masas entre enanos de seis a ocho años. No estuvo mal. Lo miro todo como si fuera ya mío -me cuesta poco integrarlo- y como si fuera a dejar de serlo.
A partir de ahora cada entrada será un descubrimiento y una casi despedida. Quizá no en la pantalla del ordenador, pero sí en mi memoria.
Tal vez por eso no salí los primeros días a saludar a los niños, y eso que les he traído, esta vez sí, una maleta llena de botas de fútbol con clavos y sin ellos, donadas generosamente por compañeros de mis sobrinos. Quizá porque me da pena verlos y dejarlos de ver una y otra vez. Finalmente, ayer quedé con ellos e hicimos la entrega. Fue divertido, porque a medida que encontraban su número (o no, o elegían las que más les gustaban con la condición de que 1- les entrara el pie, 2- no les sobrara medio zapato y 3- no se coge más de un par por cabeza) crecía su alegría y terminamos con un desparrame de regalos: equipamientos de la selección española, balones de fútbol...
Todo el equipo en posición, hasta Distino, el can |
Casi fue un encuentro familiar. Nos quedamos todos en el porche de casa y dejamos que pasaran hasta los perros de Bafón, Distino y Deuste, que todavía cuando nos oyen o entran en casa buscan a mis perras como locos; el pequeño Deuste para jugar, y con Distino nunca se sabe. Elías se quedó sin botas porque tiene un número muy grande -el 45- y nadie nos había dado calzado de ese tamaño; tendré que comprale unas aquí para que pueda jugar con el equipo del barrio. Y Erik y Guatna se quedaron sin uniformes porque eran muy grandes para ellos y los adultos de la casa se los iban a quitar en un segundo. Esos tendrán que esperar a la vuelta de Semana Santa para vestirse de la Roja.
Y héteme aquí arreglando cordones |
Hoy tocó visitar a las mujeres del mercado y comprar lo que necesitaba y lo que no, hay que hacerles un poco de gasto a todas. Usé mis contactos para mostrarle al padre de una amiga dos centros educativos y nos dimos un baño de masas entre enanos de seis a ocho años. No estuvo mal. Lo miro todo como si fuera ya mío -me cuesta poco integrarlo- y como si fuera a dejar de serlo.
A partir de ahora cada entrada será un descubrimiento y una casi despedida. Quizá no en la pantalla del ordenador, pero sí en mi memoria.
domingo, 10 de marzo de 2013
Nada funciona??
Un mes en España es más que suficiente para entrar en faena. Recuerdo los primeros días en Bissau, la locura de arreglar, amueblar... y el buen humor con el que me lo tomaba. La casa llena de gente y miles de reparaciones por hacer.
Un mes en España y ya tengo las mismas obligaciones: arreglar, amueblar... La diferencia es que, como es España, me saca de mis casillas que algunos problemas se estén dando, y es casi imposible hacer venir a alguna persona a casa para hacer algo. Sobre todo porque muchos trabajos deberían hacerlos gratis, como defectos de la construcción.
Tendré que tomarme un tiempo y reírme de ello. Vivir en un país más atrasado te hace echarle la culpa de los problemas a la falta de educación y de posibilidades. El problema es a qué echarle la culpa en un país desarrollado. Supongo que será la crisis, que nos vuelve locos. He tardado dos semanas en encontrar por dónde entra la línea de teléfono en casa para instalar Internet: acabamos el electricista y yo picando el jardín con una vara para encontrar el camino. Cuatro días más para que funcione el módem y pueda conectarme.
Ni me imagino el tiempo que me llevará arreglar las ventanas y la puerta de entrada, reparar la línea telefónica dela planta baja o arreglar el tiro de la chimenea. Tendré que hacer como en Bissau. Marcharme, tomar perspectiva y volver con energías renovadas.
Un mes en España y ya tengo las mismas obligaciones: arreglar, amueblar... La diferencia es que, como es España, me saca de mis casillas que algunos problemas se estén dando, y es casi imposible hacer venir a alguna persona a casa para hacer algo. Sobre todo porque muchos trabajos deberían hacerlos gratis, como defectos de la construcción.
Tendré que tomarme un tiempo y reírme de ello. Vivir en un país más atrasado te hace echarle la culpa de los problemas a la falta de educación y de posibilidades. El problema es a qué echarle la culpa en un país desarrollado. Supongo que será la crisis, que nos vuelve locos. He tardado dos semanas en encontrar por dónde entra la línea de teléfono en casa para instalar Internet: acabamos el electricista y yo picando el jardín con una vara para encontrar el camino. Cuatro días más para que funcione el módem y pueda conectarme.
Ni me imagino el tiempo que me llevará arreglar las ventanas y la puerta de entrada, reparar la línea telefónica dela planta baja o arreglar el tiro de la chimenea. Tendré que hacer como en Bissau. Marcharme, tomar perspectiva y volver con energías renovadas.
sábado, 23 de febrero de 2013
Bissau y la distancia
El trabajo y los cambios en las circunstancias laborales de mi marido, me han hecho volver a viajar de Bissau a España, esta vez para un periodo más largo de tiempo. El trayecto es en ocasiones casi un poema. Dentro del avión hace un frío glaciar, supongo que acentuado por el contraste con el calor exterior. Es como viajar a Siberia. Algunos guineenses se quedan tan fríos que, instintivamente, se cubren, en lugar del cuerpo, la cabeza. Se enfundan en mantas rojas y azules como si fueran monjes.
Esa imagen del frío interior acompasa bien con el exterior. El avión que sobrevuela el mar muestra una hermosa imagen de Lisboa al amanecer. Luces pálidas y niebla fueron la semblanza de este vuelo. El camino hacia Madrid se asoma al paisaje entre nubes blancas, y entre ellas deslumbra repentinamente el blanco de las montañas nevadas. En ocasiones, se abren huecos que permiten ver el verde de los campos y las siluetas del río. Cañones, meandros, llanuras... vistas como pequeños submundos al fondo de cráteres de algodón.
La paz del retorno me llena de nostalgia. Por una vez, el trayecto parace iniciar un proceso de mentalización, de preparación al cambio. Anticipa el retorno, o tal vez un período de separaciones y reencuentros. Intento retener las sensaciones para afrontar Europa -¿somos Europa?- con tranquilidad, casi parsimonia, pero a la vez creo que el frenético estado en que se encuentra España me arrastrará inevitablemente. En unos días estáré viajando como una loca de un lado a otro de la geografía patria, intentando recordar todo lo bueno que puedo compartir y sobreponiéndome al pesimismo y el desánimo generalizado.
Me gustaría ver los famosos brotes verdes. Sé que mucha gente está luchando, preparándose para afrontar nuevos retos y buscar un futuro mejor. Tengo dentro de mi familia jóvenes que se buscan la vida y estudian y bregan. Por encima de todo, creo que la mejor ayuda es no dejarles caer en el desánimo, no dejarnos caer en él. En lo que esté en mi mano, intentaré enviar este mensaje; debemos ayudarnos, unirnos por encima de ideologías y condiciones laborales. Mirar el futuro con optimismo, exigir nuestros derechos y afrontar nuestros deberes: volvernos mejores trabajadores, más orgullosos de lo que somos. El cambio ha de ser ese: mejorar como personas, mejorar como ciudadanos y esforzarnos juntos, con energía. Si nosotros creemos que se puede, nuestros jóvenes harán que se pueda.
Esa imagen del frío interior acompasa bien con el exterior. El avión que sobrevuela el mar muestra una hermosa imagen de Lisboa al amanecer. Luces pálidas y niebla fueron la semblanza de este vuelo. El camino hacia Madrid se asoma al paisaje entre nubes blancas, y entre ellas deslumbra repentinamente el blanco de las montañas nevadas. En ocasiones, se abren huecos que permiten ver el verde de los campos y las siluetas del río. Cañones, meandros, llanuras... vistas como pequeños submundos al fondo de cráteres de algodón.
La paz del retorno me llena de nostalgia. Por una vez, el trayecto parace iniciar un proceso de mentalización, de preparación al cambio. Anticipa el retorno, o tal vez un período de separaciones y reencuentros. Intento retener las sensaciones para afrontar Europa -¿somos Europa?- con tranquilidad, casi parsimonia, pero a la vez creo que el frenético estado en que se encuentra España me arrastrará inevitablemente. En unos días estáré viajando como una loca de un lado a otro de la geografía patria, intentando recordar todo lo bueno que puedo compartir y sobreponiéndome al pesimismo y el desánimo generalizado.
Me gustaría ver los famosos brotes verdes. Sé que mucha gente está luchando, preparándose para afrontar nuevos retos y buscar un futuro mejor. Tengo dentro de mi familia jóvenes que se buscan la vida y estudian y bregan. Por encima de todo, creo que la mejor ayuda es no dejarles caer en el desánimo, no dejarnos caer en él. En lo que esté en mi mano, intentaré enviar este mensaje; debemos ayudarnos, unirnos por encima de ideologías y condiciones laborales. Mirar el futuro con optimismo, exigir nuestros derechos y afrontar nuestros deberes: volvernos mejores trabajadores, más orgullosos de lo que somos. El cambio ha de ser ese: mejorar como personas, mejorar como ciudadanos y esforzarnos juntos, con energía. Si nosotros creemos que se puede, nuestros jóvenes harán que se pueda.
lunes, 21 de enero de 2013
Demba y la música
En ocasiones un momento en Bissau abre la puerta a sensaciones y emociones sorprendentes. Ocurre, como casi siempre, cuando menos te lo esperas, como ayer por la tarde.
Decidimos salir de casa a compartir una pizza por la tarde-noche por eso de que, aunque no teníamos hambre, pasábamos el fin del domingo fuera de casa y se hacía más corto el tiempo. Nos montamos en el carro y recorrimos la ciudad para, finalmente, sentarnos en la terraza del Kaliste, uno de los clásicos de Bissau. Y lo hicimos a pesar de que no había casi gente.
Cosas del destino, ese día estaba Demba cantando. Y lo digo con alegría, porque es un hombre muy agradable, un artista con la guitarra y amante del jazz, y hacía mucho tiempo que no disfrutábamos de su música en este bar-restaurante. Junto a él, acompañándolo, estaba un saxo magnífico cuyo nombre no recuerdo, pero que ya escuché en un concierto junto a Demba en el Centro Cultural Franco-guineense. De repente, la velada se convirtió en toda una experiencia musical.
Reconozco que casi simpre toca las mismas canciones, pero eso también tiene su encanto. Alterna algunas clásicas como Billy Jean, de Michael Jackson o Stand by me con música caboverdiana y composiciones propias de la tierra, todo ello con su peculiar ritmo casi asincopado y su voz afónica. El saxón rizó más el rizo y el mini concierto, íntimo porque éramos pocos los testigos, nos proporcionó a todos uno de esos momentos mágicos en los que Bissau se parece a las películas, y podría haber aparecido Humprey Bogart y no nos hubiéramos sorprendido lo más mínimo. La penumbra en que suele estar la terraza y la variedad de nacionalidades que se reúnen allí ayuda a dejar volar la imaginación.
Descubrí que puedo tararear la mayoría de sus canciones, incluso las bissau-guineenses, aunque no recuerde la letra, y acabé el domingo con un deje bailón en los hombros y las caderas, tanto que todavía esta mañana canturreaba por la casa. Lo comentamos mi marido y yo como lo hicimos la primera vez que oímos a Demba en este mismo lugar. Estas experiencias nos recuerdan por qué Africa sigue encandilando.
Decidimos salir de casa a compartir una pizza por la tarde-noche por eso de que, aunque no teníamos hambre, pasábamos el fin del domingo fuera de casa y se hacía más corto el tiempo. Nos montamos en el carro y recorrimos la ciudad para, finalmente, sentarnos en la terraza del Kaliste, uno de los clásicos de Bissau. Y lo hicimos a pesar de que no había casi gente.
Cosas del destino, ese día estaba Demba cantando. Y lo digo con alegría, porque es un hombre muy agradable, un artista con la guitarra y amante del jazz, y hacía mucho tiempo que no disfrutábamos de su música en este bar-restaurante. Junto a él, acompañándolo, estaba un saxo magnífico cuyo nombre no recuerdo, pero que ya escuché en un concierto junto a Demba en el Centro Cultural Franco-guineense. De repente, la velada se convirtió en toda una experiencia musical.
Reconozco que casi simpre toca las mismas canciones, pero eso también tiene su encanto. Alterna algunas clásicas como Billy Jean, de Michael Jackson o Stand by me con música caboverdiana y composiciones propias de la tierra, todo ello con su peculiar ritmo casi asincopado y su voz afónica. El saxón rizó más el rizo y el mini concierto, íntimo porque éramos pocos los testigos, nos proporcionó a todos uno de esos momentos mágicos en los que Bissau se parece a las películas, y podría haber aparecido Humprey Bogart y no nos hubiéramos sorprendido lo más mínimo. La penumbra en que suele estar la terraza y la variedad de nacionalidades que se reúnen allí ayuda a dejar volar la imaginación.
Descubrí que puedo tararear la mayoría de sus canciones, incluso las bissau-guineenses, aunque no recuerde la letra, y acabé el domingo con un deje bailón en los hombros y las caderas, tanto que todavía esta mañana canturreaba por la casa. Lo comentamos mi marido y yo como lo hicimos la primera vez que oímos a Demba en este mismo lugar. Estas experiencias nos recuerdan por qué Africa sigue encandilando.
domingo, 13 de enero de 2013
Superviviente
Voy a contar una historia que no quiere ser melodramática, sino testigo de cosas que pasan sin querer en la vida. El 28 de diciembre una embarcación estatal que hacía el trayecto Bolama-Bissau (Bolama fue antiguamente capital del país, a pesar de ser una isla) se hundió en el mar por razones conocidas: una desemboradura marítima peligrosa, mal estado de la nave y exceso de pasajeros a bordo. Setenta y cuatro personas sobrevivieron y al menos treinta murieron, entre ellas varios niños, atrapados entre el barco y el techado de lona que se desplomó al hundirse la nave. Cuando leí la noticia en Internet, me quedé preocupada: conozco gente que hace ese trayecto los viernes para venir a Bissau y los domingos para volver al trabajo en la isla.
El miércoles reconocí a una de esas personas, una chica europea cuyo nombre y nacionalidad no voy a decir por respeto. Digo reconocí porque ya había estado con ella varias veces. Me alegró verla, y a la vez sentí una aflicción enorme cuando nos contó que había vuelto a nacer. Sobrevivió gracias a su sangre fría y un fuerte deseo de hacerlo. Vio venir la tragedia, pudo nadar y encontrar un agujero entre el techado para salir a la superficie, nadó más de diez minutos en compañía de otras personas entre olas altísimas de agua marrón, como acostumbra a ser el río-mar en su desembocadura al océano, y fue rescatada por una "piroga" de las que salieron a buscar supervivientes. Llegó a puerto y ayudó a desembarcar cuerpos de ahogados.
Vino a Bissau dando un giro en su vida, dejando un trabajo y un futuro casi ciertos, y se embarcó en un proyecto con una OGN. En seis meses ha vivido la entrada de militares en la isla de Bolama, incluso en su propia casa, y este naufragio. A pesar de todo le gusta Bissau, y después de unos días de descanso en su país piensa volver a trabajar aquí. Es consciente de que volvió a nacer, y creo que cuando se sobrevive a una historia así algo cambia en tu mente. No sé cuál será o ha sido el cambio; el tiempo lo dirá
Desde aquí, mi ánimo y mi respeto por su entereza. Si, como dice la leyenda, todos tenemos una hora y un lugar donde la muerte nos espera, a ella no la buscó en estos días de Navidad. Ésa es la lectura que puede hacerse de su historia.
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Más o menos así era el interior del barco que hacía el trayecto Bolama-Bissau http://www.fotolog.com/kompany/36443998/ |
Vino a Bissau dando un giro en su vida, dejando un trabajo y un futuro casi ciertos, y se embarcó en un proyecto con una OGN. En seis meses ha vivido la entrada de militares en la isla de Bolama, incluso en su propia casa, y este naufragio. A pesar de todo le gusta Bissau, y después de unos días de descanso en su país piensa volver a trabajar aquí. Es consciente de que volvió a nacer, y creo que cuando se sobrevive a una historia así algo cambia en tu mente. No sé cuál será o ha sido el cambio; el tiempo lo dirá
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Así son las pirogas con las que la rescataron http://vovworld.vn/es-ES/Noticias/22-muertos-en-un-naufragio-en-GuineaBissau/127861.vov |
En cierto modo, me asombra y me fascina su fuerza, su capacidad de lucha. Tuvo una gran suerte; por mantener la cabeza serena y no dejarse dominar por el pánico cuando comprendió que el barco no iba a llegar a puerto -todos lo sabían- y por sacar fuerzas para defenderse en estas aguas tremendamente oscuras y fuertes, a pesar de que no estaban muy alejados de la costa. De su vivencia habla en cuanto puede, y más aún de la de los demás: cuenta cómo se salvó y acto seguido enumera los conocidos, todos ellos guineenses, de la isla de Bolama que han perecido. Eso es, a mi entender, lo que más le cuesta asimilar: ser consciente de que está viva y de que otros muchos murieron. Cada mente fija una imagen de la tragedia; la suya son los cuerpos que ayudó a subir al puerto.
Desde aquí, mi ánimo y mi respeto por su entereza. Si, como dice la leyenda, todos tenemos una hora y un lugar donde la muerte nos espera, a ella no la buscó en estos días de Navidad. Ésa es la lectura que puede hacerse de su historia.
sábado, 12 de enero de 2013
Pis-rea y té de jazmín
Esta entrada de comida, además de denunciar nuevamente mi ignorancia alimenticia, tiene el pecado mayor de que voy a alabar un animal muy apreciado en las cocinas gallegas y en general del norte de España que, como buena nativa de interior, no había probado en mi vida. En mi descargo he de decir que, si bien el famoso mero o capitán no me sonaba ni de vista, la raya, raia o pis-rea, la conocía bien, sólo que no me había llamado la atención nunca comerla.
Un día que fui al puerto unas mujeres me la ofrecieron, eran unos peces pequeños y decidí que era hora de probarla, sobre todo teniendo en cuenta que me los dejaban a precio de saldo: seis por setenta y cinco céntimos de euro. Hecha la compra, la primera acción, cómo no, fue abrir Internet y ver cómo se limpian esos bichos. Lamentable el hecho de que muchos vídeos de youtube son de pescadores y las despiezan estando vivas, lo cual me parece repugnante.
Resumiendo, el experimento fue un éxito y la caldeirada de raya nos pareció, al santo de mi marido que todo lo prueba de buen grado, y a mí, una delicia. Animada por la experiencia positiva, y porque otra persona estaba interesada en adquirir un ejemplar grande para hacerlo con matequilla negra (creo que es una exquisitez), el jueves compré en el puerto por el reducido precio de nueve euros y medio un animal de proporciones más que respetables (como siempre, pena de foto, ocupaba todo el maletero) que hube de limpiar y preparar en el jardín con la manguera porque no había en la cocina espacio donde hacerlo. La compra y posterior despiece del animal dejaron al personal alucinado, y Sidi pasó la hora entera que me estuve peleando con los cuchillos atónito y sorprendido ante semejante trabajo.
El resultado de tanto esfuerzo y unas ampollas respetables en las manos fue un convite, hoy, para comer raya a la meunière en casa de un amigo, regada con vinos de albariño. El anfitrión me regaló un bote de té de jazmín chino con el que ahora mismo entono el espíritu ante el ordenador.
Moraleja: la vida en Guinea-Bissau está siempre llena de esas pequeñas delicias: un guiso sofisticado, un vino de la tierra y un té delicioso, todo por diez euros. La compañía y la conversación, más que agradables, lo que no tiene precio. No se puede pedir más.
Un día que fui al puerto unas mujeres me la ofrecieron, eran unos peces pequeños y decidí que era hora de probarla, sobre todo teniendo en cuenta que me los dejaban a precio de saldo: seis por setenta y cinco céntimos de euro. Hecha la compra, la primera acción, cómo no, fue abrir Internet y ver cómo se limpian esos bichos. Lamentable el hecho de que muchos vídeos de youtube son de pescadores y las despiezan estando vivas, lo cual me parece repugnante.
Así queda, más o menos, la parte limpia y comestible de una raya. Foto: comerciogalicia.es |
El resultado de tanto esfuerzo y unas ampollas respetables en las manos fue un convite, hoy, para comer raya a la meunière en casa de un amigo, regada con vinos de albariño. El anfitrión me regaló un bote de té de jazmín chino con el que ahora mismo entono el espíritu ante el ordenador.
Moraleja: la vida en Guinea-Bissau está siempre llena de esas pequeñas delicias: un guiso sofisticado, un vino de la tierra y un té delicioso, todo por diez euros. La compañía y la conversación, más que agradables, lo que no tiene precio. No se puede pedir más.
lunes, 7 de enero de 2013
Retorno e incertidumbre
Una vez más hemos vuelto a Bissau después de las vacaciones. Respondiendo a todo el que nos pregunta que "o viagem corriu muito bem e a familha está bem, obrigada", hemos pasado el primer día del retorno. Hay muchas caras sonrientes, como siempre, y los niños perdidos -al menos los que están aquí- nos han llamado a voces para cumplimentarnos.
Hay cosas que están cambiando, en Guinea y en nuestras vidas, y todas ellas son inquietantes, no sé si para bien o para mal. En nosotros, porque ahora vivo entre dos mundos, con proyectos en España que me obligan a estar lejos más tiempo del que quisiera, con dudas sobre nuestra estancia aquí y, principalmente, la mía. Esa incertidumbre de no saber qué hacer, si quedarse o partir, si iniciar los procesos de incorporación o jugársela un año más, va a convertirse en el pan nuestro de cada día. Será para bien, imagino, pero sólo lo sabremos con el paso del tiempo.
En Bissau el cambio no es a mejor, de momento. Se suceden las huelgas (educación, sanidad, electricidad) y la falta de dinero empieza a ser un problema en un país tradicionalmente afable. La gente no tiene nada (si antes no tenía, imaginaos ahora) y comienza a ser preocupante el aumento de robos a blancos, algunos de ellos dicen que perpetrados por militares vestidos de paisano. La ausencia de luz y la inestabilidad retienen a los expatriados en casa, con la consiguiente disminución del gasto en restaurantes y bares. Textualmente, el país está más oscuro que nunca.
No sé si será para bien. De momento, no lo parece. El bloqueo está llevando a este "estado fallido" al agotamiento, pero sólo lo padecen la población y los pequeños empresarios. Como en todas partes, los que gobiernan no acusan al golpe. Parece que se espera un cambio de rumbo, pero no se sabe si en una dirección correcta y si será a tiempo.
Habrá que pensar que el 2013 es un año de cambios, que todos ellos tendrán repercusiones positivas y que saldremos reforzados, aunque ahora la desazón nos quite el sueño. Como dicen los guineenses, va a pasar, y nos reiremos de ello cuando comamos las uvas del 2014. Que, por cierto, está a la vuelta de la esquina.
Hay cosas que están cambiando, en Guinea y en nuestras vidas, y todas ellas son inquietantes, no sé si para bien o para mal. En nosotros, porque ahora vivo entre dos mundos, con proyectos en España que me obligan a estar lejos más tiempo del que quisiera, con dudas sobre nuestra estancia aquí y, principalmente, la mía. Esa incertidumbre de no saber qué hacer, si quedarse o partir, si iniciar los procesos de incorporación o jugársela un año más, va a convertirse en el pan nuestro de cada día. Será para bien, imagino, pero sólo lo sabremos con el paso del tiempo.
En Bissau el cambio no es a mejor, de momento. Se suceden las huelgas (educación, sanidad, electricidad) y la falta de dinero empieza a ser un problema en un país tradicionalmente afable. La gente no tiene nada (si antes no tenía, imaginaos ahora) y comienza a ser preocupante el aumento de robos a blancos, algunos de ellos dicen que perpetrados por militares vestidos de paisano. La ausencia de luz y la inestabilidad retienen a los expatriados en casa, con la consiguiente disminución del gasto en restaurantes y bares. Textualmente, el país está más oscuro que nunca.
No sé si será para bien. De momento, no lo parece. El bloqueo está llevando a este "estado fallido" al agotamiento, pero sólo lo padecen la población y los pequeños empresarios. Como en todas partes, los que gobiernan no acusan al golpe. Parece que se espera un cambio de rumbo, pero no se sabe si en una dirección correcta y si será a tiempo.
Habrá que pensar que el 2013 es un año de cambios, que todos ellos tendrán repercusiones positivas y que saldremos reforzados, aunque ahora la desazón nos quite el sueño. Como dicen los guineenses, va a pasar, y nos reiremos de ello cuando comamos las uvas del 2014. Que, por cierto, está a la vuelta de la esquina.
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